Un tiempo especial de oportunidad espiritual, 3
de febrero
“Pues habiendo conocido a
Dios,... ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y
su necio corazón fue entenebrecido... estando atestados de toda injusticia,
fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios,
contiendas, engaños y malignidades”. Romanos 1:21, 29. CT 42.1
No obstante la iniquidad del
mundo antediluviano, esa época no fue, como a menudo se ha supuesto, una era de
ignorancia y barbarie. Los hombres tuvieron oportunidad de alcanzar un alto
desarrollo moral e intelectual. Poseían gran fuerza física y mental, y sus
ventajas para adquirir conocimientos religiosos y científicos eran
incomparables. Es un error suponer que porque vivían muchos años, sus mentes
alcanzaban tarde su madurez: sus facultades mentales se desarrollaban temprano
y los que abrigaban el temor de Dios y vivían en armonía con su voluntad,
continuaban aumentando en conocimiento y en sabiduría durante toda su vida... CT 42.2
Los antediluvianos no tenían
libros ni anales escritos; pero con su gran vigor mental y físico disponían de
una memoria poderosa, que les permitía comprender y retener lo que se les comunicaba,
para transmitirlo después con toda precisión a sus descendientes... Lejos de
ser una era de tinieblas religiosas, fue una edad de grandes luces. Todo el
mundo tuvo la oportunidad de recibir instrucción de Adán... CT 42.3
El escepticismo no podía negar
la existencia del Edén mientras estaba a la vista, con su entrada vedada por
los ángeles custodios. El orden de la creación, el objeto del huerto, la
historia de sus dos árboles tan estrechamente ligados al destino del hombre,
eran hechos indiscutibles; y la existencia y suprema autoridad de Dios, la
vigencia de su ley, eran verdades que nadie pudo poner en tela de juicio
mientras Adán vivía. CT 42.4
A pesar de la iniquidad que
prevalecía, había un número de hombres santos, ennoblecidos y elevados por la
comunión con Dios, que vivían en compañerismo con el cielo. Eran hombres de
poderoso intelecto, que habían realizado obras admirables. Tenían una santa y
gran misión; a saber, desarrollar un carácter justo y enseñar una lección de
piedad, no sólo a los hombres de su tiempo, sino también a las generaciones
futuras. Sólo algunos de los más destacados se mencionan en las Escrituras;
pero a través de todos los tiempos, Dios tuvo testigos fieles y adoradores
sinceros.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 68-71. CT 42.5
Comentarios
Publicar un comentario