No como yo quiero, sino como tú, 3 de febrero
Yendo un poco adelante, se postró sobre su rostro, orando y
diciendo: Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo
quiero, sino como tú. Mateo 26:39. ATO 46.1
Si la voluntad del Señor ha de llegar a ser la nuestra,
necesitamos desde el mismo principio conocernos a nosotros mismos. Podemos
trazar planes basados en nuestras ambiciones personales y en nuestros
propósitos egoístas. El Señor conoce el fin desde el principio. Comprende la
relación que todo hombre debiera tener con Dios y con su prójimo. El Señor
puede ver que el trato de una persona con otras que tienen cierta disposición o
carácter peculiares afectaría para mal a quienes se relacionaran con esa persona.
Quizá no se halle entre quienes pueden razonar claramente de causa a efecto.
Aquellos con los cuales se relacione podrían ser precisamente los que no le
darían la ayuda que necesita. ATO 46.2
El eslabonamiento de ciertos elementos puede producir resultados
desfavorables. Es por eso que el hombre no puede confiar en su propio juicio.
La experiencia lo convencerá de su error. El Señor dispone lo que será de mayor
beneficio espiritual al alma que está en la balanza, lista para comenzar una
nueva empresa que significa más de lo que ella misma anticipa. ¿Qué debiera
hacer esa persona? Su única seguridad consiste en colocar a un lado sus
preferencias y planes, diciendo: “No se haga como yo quiero, sino como tú”... ATO 46.3
En los asuntos más pequeños tanto como en los más grandes, la
primera gran pregunta es: ¿Cuál es la voluntad de Dios en este asunto?, pues su
voluntad es mi voluntad. “El obedecer es mejor que los sacrificios, y el
prestar atención que la grosura de los carneros”. 1 Samuel 15:22. ¿Quién podrá dañarlo si es
seguidor de lo que es correcto? Dios puede requerir que un hombre realice una
tarea y ocupe una posición que es particularmente penosa y agotadora. El Señor
tiene una obra para esa persona, y al ocupar ese lugar él arriesga su vida, su
vida eterna futura. Esta fue la posición que Cristo ocupó cuando vino a nuestro
mundo, al entrar en conflicto con el jefe rebelde de los ángeles caídos. Dios
trazó un plan y Cristo aceptó el encargo. Consintió en encontrarse a solas con
el enemigo, como cada ser humano debe hacerlo. Se le proveyeron todos los
poderes celestiales que podían ayudarle en este gran conflicto. Y si el hombre
camina en el sendero de la voluntad de Dios será provisto del mismo poder
protector. Las mismas inteligencias celestiales servirán a los que serán
herederos de la salvación a fin de que puedan resultar vencedores en cada
tentación, grande o pequeña, como Cristo venció. Pero cualquiera que se coloque
en una posición de peligro por algún motivo que no sea el de la obediencia a la
voluntad de Dios, caerá bajo el poder de la tentación... ATO 46.4
Nadie está seguro si piensa que puede escoger por sí mismo.—Carta 22, del 3 de febrero de 1899, dirigida a
un hombre de negocios.*
Comentarios
Publicar un comentario