El
que ama a los niñitos, 3 de febrero
Entonces
le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y
orase; y los discípulos les reprendieron. Pero Jesús dijo: Dejad a los niños
venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos.
Y habiendo puesto sobre ellos las manos, se fue de allí. Mateo 19:13-15. AFC
42.1
Los
niños son la heredad del Señor. El alma del niñito que cree en Cristo es tan
preciosa a su vista como son los ángeles que rodean su trono. Han de ser
llevados a Cristo y educados para Cristo. Han de ser guiados en la senda de la
obediencia, no consentidos en el apetito o la vanidad... AFC
42.2
Sobre
los padres descansa una gran responsabilidad; pues se reciben en la tierna
niñez la educación y la preparación que dan forma al destino eterno de los
niños y jóvenes. La obra de los padres es sembrar la buena semilla diligente e
incansablemente en el corazón de sus hijos, ocupando sus corazones con una
semilla que dará una cosecha de hábitos correctos, de veracidad y obediencia
voluntaria. Los hábitos correctos y virtuosos que se forman en la juventud
generalmente señalan el curso del individuo a través de la vida. En la mayoría
de los casos, los que reverencian a Dios y honran lo correcto habrán aprendido
esta lección antes de que el mundo pueda grabar su imagen de pecado en el
alma... AFC 42.3
¡Ojalá
los padres fueran verdaderamente hijos e hijas de Dios! Sus vidas exhalarían la
fragancia de las buenas obras. Una atmósfera santa rodearía su alma.
Ascenderían al cielo sus tiernas súplicas en demanda de gracia y de la
dirección del Espíritu Santo: y la religión se difundiría en sus hogares como
se difunden los brillantes y cálidos rayos del sol sobre la tierra.—The Review and Herald, 30 de
marzo de 1897. AFC 42.4
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