Todo perdido por causa de la desobediencia, 2
de febrero
Sino que sabe Dios que el día
que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el
bien y el mal. Génesis 3:5. SSJ 39.1
Cuando Eva vio que “el árbol
era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y árbol codiciable para
alcanzar la sabiduría... tomó de su fruto, y comió”. Era de sabor agradable, y
a medida que comía le parecía sentir un poder vivificador, y se imaginó que
penetraba en un estado superior de existencia. Una vez que hubo pecado, se
transformó en tentadora de su esposo, “el cual comió así como ella”. Génesis 3:6. SSJ 39.2
“Serán abiertos vuestros ojos”,
había dicho el enemigo; “y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal”. Génesis 3:5. Fueron abiertos ciertamente sus
ojos, pero ¡cuán triste fue esa apertura! Todo lo que ganaron los transgresores
fue el conocimiento del mal, la maldición del pecado. En la fruta no había nada
venenoso y el pecado no consistía meramente en ceder al apetito. La
desconfianza en la bondad de Dios, la falta de fe en su palabra, el
rechazamiento de su autoridad, fue lo que convirtió a nuestros primeros padres
en transgresores e introdujo en el mundo el conocimiento del mal. Eso fue lo
que abrió la puerta a toda clase de mentiras y errores. SSJ 39.3
El hombre y la mujer perdieron
todo porque prefirieron oír al engañador en vez de escuchar a Aquel que es la
Verdad, el único que tiene entendimiento. Al mezclar el mal con el bien, su
mente se tornó confusa, y se entorpecieron sus facultades mentales y espirituales.
Ya no pudieron apreciar el bien que Dios les había otorgado tan generosamente. SSJ 39.4
Adán y Eva habían escogido el
conocimiento del mal, y si alguna vez habían de recobrar la posición perdida,
tenían que hacerlo en las condiciones desfavorables que ellos mismos se habían
creado. Ya no habían de morar en el Edén, porque éste, en su perfección, no
podía enseñarles las lecciones que les eran esenciales desde entonces. Con
indescriptible tristeza se despidieron del hermoso lugar, y fueron a morar en
la tierra, sobre la cual descansaba la maldición del pecado... SSJ 39.5
Aunque la tierra estaba
marchita por la maldición, la naturaleza debía seguir siendo el libro de texto
de la humanidad. Ya no podía representar la bondad solamente, porque el mal estaba
presente en todas partes y arruinaba la tierra, el mar y el aire con su
contacto contaminador. Donde antes había estado escrito únicamente el carácter
de Dios, el conocimiento del bien, ahora también estaba escrito el carácter de
Satanás, el conocimiento del mal. La humanidad debía recibir continuamente
amonestaciones de la naturaleza, que ahora revelaba el conocimiento del bien y
del mal, referentes a los resultados del pecado.—La Educación, 25, 26. SSJ 39.6
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