Al séptimo día, 3 de febrero
Y sucedió que al séptimo día
las aguas del diluvio vinieron sobre la tierra. Génesis 7:10. CV 40.1
Durante siete días después que
Noé y su familia hubieron entrado en el arca, no aparecieron señales de la
inminente tempestad. Durante ese tiempo se probó su fe. Fue un momento de
triunfo para el mundo exterior. La aparente tardanza confirmaba la creencia de
que el mensaje de Noé era un error y que el diluvio no ocurriría. A pesar de
las solemnes escenas que habían presenciado... continuaron las burlas y orgías,
y hasta se mofaron los hombres de las manifiestas señales del poder de Dios. Se
reunieron en multitudes alrededor del arca para ridiculizar a sus ocupantes con
una audacia violenta que no se habían atrevido a manifestar antes.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 86, 87. CV 40.2
Al fin de los siete días
comenzaron a juntarse nubes. Esto era algo nuevo para la gente que nunca había
visto nubes... Pronto la lluvia comenzó a caer. Todavía la gente trató de
pensar que esto no era nada alarmante... Por un tiempo el suelo absorbió la
lluvia; pero pronto comenzó a subir el agua, y cada día el nivel estaba más
alto. Por la mañana cuando la gente veía que la lluvia seguía cayendo, se
miraba con desesperación, y cada noche repetía: “¡Aún llueve!”.—The Signs of the Times, 10 de abril de 1901. CV 40.3
La gente presenció primeramente
la destrucción de las obras de sus manos. Sus espléndidos edificios, sus bellos
jardines y alamedas donde habían colocado sus ídolos, fueron destruidos por los
rayos, y sus escombros fueron diseminados... CV 40.4
El terror de los hombres y los
animales era indescriptible. Por encima del rugido de la tempestad podían
escucharse los lamentos de un pueblo que había despreciado la autoridad de
Dios... En aquella terrible hora vieron que la transgresión de la ley de Dios
había ocasionado su ruina. Pero, si bien por temor al castigo reconocían su
pecado, no sentían verdadero arrepentimiento ni verdadera repugnancia hacia el
mal. Habrían vuelto a su desafío contra el cielo, si se les hubiese librado del
castigo. Así también cuando los juicios de Dios caigan sobre la tierra antes
del diluvio de fuego, los impíos sabrán exactamente en qué consiste su pecado:
en haber menospreciado su santa ley. Sin embargo, su arrepentimiento no será
más genuino que el de los pecadores del mundo antiguo. Historia de los Patriarcas y Profetas, 87, 88.* CV 40.5
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