Para los temerosos, desfallecientes y débiles,
3 de febrero
Confía en Jehová, y haz el
bien; y habitarás en la tierra, y te apacentarás de la verdad. Salmos 37:3. CDCD 40.1
“Confía en Jehová”. Cada día
tiene sus preocupaciones, cuidados y perplejidades; y cuando conversamos, ¡cuán
dispuestos estamos a hablar de nuestras dificultades y pruebas! Aparecen tantos
problemas innecesarios, nos explayamos en tantos temores, damos a conocer un
cúmulo tan grande de ansiedades que se podría suponer que no disponemos de un
Salvador amante y piadoso, listo para escuchar nuestras plegarias y para ser
nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. CDCD 40.2
Algunos están continuamente
albergando temores y cargándose de problemas. Cada día están rodeados de las
manifestaciones del amor de Dios, cada día gozan de las bondades de su
providencia, pero pasan por alto estas bendiciones. Sus mentes se espacian
continuamente en algo desagradable que temen pueda sobrevenir; o pueda ser que
exista realmente alguna dificultad que, aunque pequeña, no les permite ver las
muchas cosas que demandan su gratitud. Las dificultades que encuentran, en
lugar de conducirlos a Dios, la única fuente de auxilio, los separarán de él,
porque les sugieren inquietud y los inducen a quejarse. CDCD 40.3
Hermanos y hermanas: ¿Hacemos
bien en ser tan incrédulos? ¿Por qué tenemos que ser tan ingratos y
desconfiados? Jesús es nuestro amigo. Todo el cielo está interesado en nuestro
bienestar; y nuestra ansiedad y nuestro temor entristecen al Santo Espíritu de
Dios. No debemos permitir que nos embarguen preocupaciones que sólo nos desgastan
y nos cansan, y que no nos ayudan a sobrellevar las dificultades. No debiéramos
dar lugar a esta desconfianza en Dios que nos induce a descuidar la preparación
necesaria para cumplir en el futuro el principal propósito de la vida, como si
nuestra felicidad dependiera de las cosas terrenales, y pudiéramos lograrlas
mientras ignoramos el hecho de que Dios controla todo. CDCD 40.4
Los negocios pueden sumirlos en
perplejidad; las perspectivas pueden ser cada vez más oscuras e incluso pueden
enfrentar la amenaza de alguna pérdida financiera. Pero no se desanimen;
depositen en Dios sus preocupaciones y permanezcan tranquilos y alegres.
Comiencen cada día con una ferviente oración, sin olvidarse de alabar y dar
gracias. Pidan sabiduría para administrar sus asuntos con discreción, para que
no experimenten pérdidas ni desastres. Hagan todo lo posible para lograr
resultados favorables. Jesús ha prometido ayuda divina, pero no sin el concurso
del esfuerzo humano.—The Review and Herald, 3 de febrero de 1885. CDCD 40.5
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