Cristo
en el hogar, 2 de febrero
Al
tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y estaba allí la madre de
Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús y sus discípulos. Juan 2:1, 2. AFC
41.1
Cristo
no vino a este mundo para prohibir el casamiento ni para derribar o destruir la
relación e influencia que existen en el círculo doméstico. Vino para restaurar,
elevar, purificar y ennoblecer cada corriente de puro afecto, para que la
familia de la tierra pudiera convertirse en un símbolo de la familia
celestial... AFC 41.2
Las
madres están bajo el tierno cuidado de los ángeles celestiales. ¡Con cuánto
interés llama el Señor Jesús a la puerta de las familias donde hay niñitos que
deben ser educados y preparados! Cuán gentilmente vela por los intereses de las
madres; y cuán triste se siente cuando ve que se descuida a los niños... Los
caracteres se forman en el hogar; los seres humanos se modelan para ser una
bendición o una maldición. El Señor ha confiado a la madre los miembros más
jóvenes de la familia que vienen a nuestro mundo débiles y desvalidos. La
infinita sabiduría y el infinito amor no entregan a los padres, llenos de
tareas y cuidados, ese tierno oficio, tan saturado de resultados eternos. El
corazón de la mujer está lleno de paciencia y amor, si esa mujer ha entregado
el corazón a Dios. Debe cooperar con Dios y con su esposo en la educación de
las preciosas almas confiadas a ella, para que crezcan en Cristo Jesús. Y el
padre, confiando en la gracia de Dios, debiera llevar la sagrada
responsabilidad que descansa sobre él como esposo... AFC
41.3
En
la infancia y la niñez, cuando la naturaleza es dócil, Dios quiere que se
graben las más firmes impresiones para el bien. Continuamente prosigue la
batalla entre el Príncipe de la vida y el príncipe de este mundo. La cuestión a
decidir es: ¿A quién elegirá la madre como su colaborador para modelar y formar
los caracteres de sus hijos?—Manuscrito 22, 1898. AFC
41.4
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