Un carácter semejante a Cristo, 18 de febrero
Porque habéis muerto, y vuestra
vida está escondida con Cristo en Dios. Colosenses 3:3. RP 59.1
Jesús es el modelo perfecto. En
lugar de complacer al yo y de hacer lo que nos parece, tratemos de reflejar su
imagen. El fue bondadoso y cortés, tierno y compasivo. ¿Somos semejantes a él
en estas virtudes? ¿Deseamos que nuestras vidas tengan la fragancia de las
buenas obras? Lo que necesitamos es la sencillez de Cristo. Temo que un
espíritu duro e insensible, enteramente diferente del Modelo divino, haya
tomado posesión del corazón de no pocos. Esta conducta inflexible, alimentada por
muchos que la consideran una virtud, tiene que ser removida para estar en
condiciones de amar a otros, como Cristo nos amó a nosotros. RP 59.2
No es suficiente que nos
limitemos a la simple expresión de fe. Se necesita más que un asentimiento
nominal. Debe haber un conocimiento real; una experiencia genuina en los
principios de la verdad que está en Cristo. El Espíritu Santo debe obrar en el
interior para exponer estos principios a la fuerte luz de un conocimiento claro
acerca de ellos, y, al conocer su poder, dejar que actúe en la vida. La mente
debe rendir obediencia a la real ley de la libertad, que es impresa en el
corazón y llega a ser entendida plenamente gracias al Espíritu Santo. La
expulsión del pecado debe ser un acto del mismo ser, basado en el ejercicio de
sus más nobles facultades. La única libertad de la cual puede disfrutar la
voluntad finita está en ponerse en armonía con la voluntad de Dios, cumpliendo
con las condiciones que le permiten al hombre ser participante de la naturaleza
divina por haber huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la
concupiscencia... RP 59.3
El carácter humano, deformado
por el pecado, es depravado y terriblemente diferente del que tuvo el primer
hombre cuando salió de las manos del Creador. Jesús se propuso tomar la
pecaminosa deformidad humana y, en cambio, devolverle su propio carácter
hermoso y excelente. Se compromete a renovar todo el ser mediante la verdad. El
error no puede realizar esta obra de regeneración; sin embargo, necesitamos
tener visión espiritual para poder discernir entre la verdad y la falsedad, a
fin de no caer en las trampas del enemigo.—The Review and Herald,
24 de noviembre de 1885. RP 59.4
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