Aquí comienza el cielo, 18 de febrero
¡Cuán grande es tu bondad, que
has guardado para los que te temen, que has mostrado a los que esperan en ti,
delante de los hijos de los hombres! Salmos 31:19. CDCD 55.1
Mientras escribo me invade un
profundo sentido de gratitud por el amoroso cuidado que tiene nuestro Salvador
para con todos nosotros. Al leer la Palabra de Dios y arrodillarme en oración,
me impresiona tanto la bondad y la misericordia de Dios que no puedo ofrecer mi
petición sin llorar. Mi corazón se subyuga y quebranta mientras pienso en la
bondad y el amor de mi Padre celestial. Tengo hambre y sed de disfrutar más y
más de Jesús en esta vida. Cristo fue crucificado por mí; ¿me quejaré si estoy
crucificado con él? CDCD 55.2
Nunca sentí un deseo más
ardiente de poseer la justicia que ahora. En mis horas de oración, la que
siempre elevo al cielo es: “Señor, enseña a tu pueblo cómo buscar y salvar las
ovejas perdidas”. CDCD 55.3
No sabemos lo que nos depara el
porvenir, y nuestra única seguridad consiste en andar con Cristo, con nuestra
mano en la suya, y el corazón lleno de perfecta confianza. No ha dicho él
acaso: “¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz
conmigo”? Isaías 27:5. Mantengámonos junto al Salvador.
Caminemos humildemente con él, llenos de su mansedumbre. Escóndase el yo con él
en Dios... CDCD 55.4
Me duele el corazón cuando veo
a tantos que hacen del yo su ídolo. Cristo pagó el precio de la redención por
ellos. A él le pertenece todo el servicio que puedan prestar sus facultades.
Pero sus corazones están llenos de amor propio, y del afán de ostentación. No
piensan en las palabras: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí
mismo, y tome su cruz, y sígame”. Marcos 8:34... CDCD 55.5
Entre aquellos sobre quienes
recaerá una amarga desilusión en el día del ajuste final de cuentas, se
encontrarán algunos que son aparentemente religiosos y que exteriormente viven
vidas cristianas. Pero el yo impregna todo lo que hacen. Se sienten orgullosos
de su moralidad, su influencia, su capacidad de ocupar puestos más elevados que
los demás, y de su conocimiento de la verdad, porque piensan que gracias a estas
cosas obtendrán el beneplácito de Cristo. Señor -imploran- “delante de ti hemos
comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste”. Lucas 13:26. “¿No profetizamos en tu nombre y
en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” Mateo 7:22.—Carta 91, del 18 de febrero de 1904, dirigida
a W. C. White. CDCD 55.6
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