Qué espera
Dios, 1 de febrero
Dios resiste a los soberbios, y
da gracia a los humildes... Humillaos delante del Señor, y él os exaltará. Santiago 4:6, 10. CDCD 38.1
Cuando Dios confía
responsabilidades a los hombres, espera que obedezcan su ley. Deben obrar con
justicia, conscientes de que el Señor ve cómo tratan a sus semejantes, y que
castigará toda acción injusta y opresora. Dios da a los hombres la oportunidad
de unirse con Cristo y con él. Los que caminan en el temor de Jehová y meditan
acerca de su carácter, cada día llegarán a ser más semejantes a Jesús. Los que
no quieran conocer a Dios, se caracterizarán por su ostentación y su jactancia. CDCD 38.2
Muchos asumen lo que les parece
que es una gran dignidad. Pero son necios a la vista del Señor. No se han
contemplado en el espejo divino, y no saben cuán ridícula es su pretensión a la
vista de un Dios santo. El que es capaz de ver lo que hay debajo de la
superficie, desprecia esa suficiencia propia. Pueden desempeñar cargos de
responsabilidad en la iglesia y en el mundo, pero mientras continúen
deshonrando a su Creador, al hacer de sí mismos objetos de adoración, lo
ofenden. CDCD 38.3
Dios no se complace en castigar
a los que no le obedecen y representan mal su carácter. Pero a menos que se
arrepientan, vendrá el tiempo cuando tendrán que cosechar la segura recompensa
que merece su conducta... CDCD 38.4
Los que han hecho el pacto de
servir a Dios deben temer, no sea que en sus vidas no se vea el contraste que
existe entre la verdad y el error. CDCD 38.5
No deben distraerse con vanas
visiones, conjeturas humanas y alabanzas. La vida de los justos debe avergonzar
a los que no quieren ofrecer su lealtad a Dios... El Señor invita a su pueblo a
caminar ante él con toda humildad. Quiere que logren cada vez mayores alturas
en lo que al conocimiento espiritual se refiere. Les presenta toda clase de
allcientes para que se pongan de su parte... CDCD 38.6
Dios está induciendo a los
hombres a humillarse. Trata de lograr que pongan su planta en las huellas del
gran Médico misionero. Pero a menudo los que profesan tanta piedad desilusionan
al Redentor y lo crucifican de nuevo.—Carta 61, del 1 de febrero de 1904, dirigida a
“Mis hermanos que llevan responsabilidades”. CDCD 38.7
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