Cristo ejemplificó la ley de Dios, 1 de febrero
Entonces dije: He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito
de mí; el hacer tu voluntad, Dios mío, me ha agradado, y tu ley está en medio
de mi corazón. Salmos 40:7, 8. ELC 40.1
En los concilios del cielo se resolvió dar a la humanidad una
ejemplificación viviente de la ley. Habiendo decidido hacer este gran
sacrificio, Dios no dejó nada a oscuras, nada indefinido, con respecto a la
salvación de la raza humana. El dio a la humanidad una norma para formar el
carácter. Con voz audible y gran majestuosidad pronunció su ley desde el Sinaí.
Estableció claramente lo que debemos hacer para ofrecerle una obediencia
aceptable... “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma,
y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es
semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos
depende toda la ley y los profetas”. Mateo 22:37-40. ELC 40.2
El Señor tenía un amor tan grande por el mundo que dio “a su Hijo
unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida
eterna”. Juan 3:16. Cristo vino para darle al hombre
vigor moral, para elevarlo, ennoblecerlo y fortalecerlo, capacitándolo para ser
participante de la naturaleza divina habiendo huido de la corrupción que hay en
el mundo a causa de la concupiscencia. El probó a los habitantes de los mundos
no caídos y a los seres humanos que puede guardarse la ley. Mientras poseía la
naturaleza del hombre, él obedeció a la ley de Dios, vindicando la justicia de
Dios que exigía su obediencia. En el juicio su vida será un argumento
incontestable en favor de la ley de Dios... ELC 40.3
Al unirse a Cristo, los seres humanos caídos y pecadores pueden
conformar sus vidas a los preceptos divinos. Guardando los mandamientos de Dios
llegan a ser colaboradores de Aquel que vino al mundo para representar al Padre
guardando todos sus mandamientos.—Manuscrito 48, 1893.
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