Entrego mi
corazón, 1 de febrero
Dame, hijo mío, tu corazón, y
miren tus ojos por mis caminos. Proverbios 23:26. DNC 40.1
El Señor os dice a cada uno de
vosotros: “Dame, hijo mío, tu corazón”. El ve vuestra confusión. El sabe que
vuestra alma está enferma de pecado, y desea deciros: “Tus pecados te son
perdonados”. El Gran Médico tiene un remedio para cada dolencia. El entiende tu
caso. Sean cuales fueren tus errores, él sabe cómo arreglarlos. ¿No te
encomendarás a él? DNC 40.2
La bendición de Dios reposará
sobre cada alma que se consagre plenamente a él. Cuando busquemos a Dios de
todo corazón, lo encontraremos. Dios tiene celo por nosotros, y quiere que
hagamos una obra cabal para la eternidad. El volcó todo el cielo en un don, y
no hay razón para dudar de su amor. Contemplemos el Calvario... DNC 40.3
Dios te pide que le des tu
corazón. Tus facultades, tus talentos, tus afectos, todo debes consagrarle para
que pueda obrar en ti el querer y el hacer su voluntad y te haga apto para la
vida eterna. DNC 40.4
Cuando Cristo mora en el
corazón, el alma está llena de su amor, del gozo de su comunión, que se une a
él; y pensando en él, se olvida de sí misma. El amor de Cristo es el móvil de
la acción. Aquellos que sienten el constructivo amor de Dios no preguntan
cuánto es lo menos que pueden darle para satisfacer los requerimientos de Dios;
no preguntan cuál es la más baja norma aceptada, sino que aspiran a una vida de
completa conformidad con la voluntad de su Salvador. Con ardiente deseo
entregan todo, y manifiestan un interés proporcionado al valor del objeto que
buscan. DNC 40.5
Lo que Dios quiere es el
espíritu sumiso, susceptible de enseñanza. Lo que otorga a la oración su
excelencia es el hecho de que emana de un corazón amante y obediente.* DNC 40.6
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