Necesitamos una fe creciente, 16 de febrero
“Ocupaos en vuestra salvación
con temor y temblor, porque Dios es el que en vosotros produce así el querer
como el hacer, por su buena voluntad”. Filipenses 2:12, 13. CT 55.1
El hecho de que los seres
humanos puedan complacer a Dios es un maravilloso incentivo que puede hacer que
nuestros esfuerzos perseverantes e intensos sean proporcionales al valor de
aquello que deseamos alcanzar. “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y
vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios”... Enoc caminó con Dios. No
se satisfizo con su propia compañía. Caminó con Dios. Agradó a Dios. Al Señor
no le place que los seres que creó sean pecadores. Hemos de caminar con Dios y
aprender de Jesucristo, quien venció cada tentación que debemos afrontar. Fue
tentado en todo al igual que nosotros, pero sin pecado. CT 55.2
El Señor atrae a los seres
humanos hacia sí para caminar con ellos, trabajar con ellos y enseñarles cómo
venció cada tentación siendo humano y cómo pueden alcanzar la victoria gracias
a la provisión que el Señor ha hecho. Para cada tentación hay una salida, si
caminamos humildemente con Dios. Sin fe es imposible agradar a Dios... CT 55.3
A pesar de su naturaleza caída los
seres humanos pueden hacer lo que Dios espera de ellos gracias a la asistencia
que les proporciona. Podrán caminar, trabajar y vivir por la fe en el Hijo de
Dios. El Señor no se complace con aquellos que se satisfacen con una vida
puramente biológica. Ha formado a los seres humanos conforme a la imagen
divina. Tiene el propósito de que posean el carácter de Dios por medio de la
obediencia a ley que es la expresión de su carácter divino. El Señor les ha
dado mente, intelecto y afectos. Estos dones les fueron confiados para que
fuesen ejercidos y aumentados. Dios les ha dado una conciencia que debiera ser
tenida en alta estima y respeto. Los ha dotado de conocimiento y virtud. Estas
habilidades deben tener la supremacía que Dios les ha asignado. CT 55.4
El Señor espera que cada
persona ejerza la facultad de la fe. La esencia real y vital del cristianismo
consiste en aferrarse de lo invisible por la fe, avanzando constantemente para
asirse de la eficacia espiritual que hay en Cristo. Si las personas no crecen
poniendo en práctica los dones de Dios, no es posible que posean la fe que obra
por el amor y purifica el alma. No es suficiente cultivar unos pocos talentos
que el Señor nos ha confiado. La conciencia debe ser tocada por la vida y el
carácter de Dios. Y esto es caminar espiritualmente con Jesucristo,
participando de la naturaleza divina y habiendo vencido a la corrupción que hay
en el mundo por causa de la concupiscencia.—Carta 195, 1899. CT 55.5
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