El precio de la redención, 16 de febrero
No por sangre de machos cabríos ni de
becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar
Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Hebreos 9:12. MGD 55.1
Cada alma es preciosa porque ha sido adquirida mediante la
preciosa sangre de Jesucristo.—Testimonies for the Church 5:623, 624. MGD 55.2
Algunos hablan de la época judaica como un período sin Cristo, sin
misericordia ni gracia. A los tales se aplican las palabras que Cristo dirigió
a los saduceos: “Erráis ignorando las Escrituras, y el poder de Dios”. Marcos 12:24. Durante el período de la
dispensación judaica se manifestó maravillosamente el poder divino.—Hijos e Hijas de Dios, 227. MGD 55.3
La sangre del Hijo de Dios era simbolizada por la de las víctimas
inmoladas, y Dios quería que tuvieran ideas claras y definidas para distinguir
entre lo sagrado y lo común. La sangre era sagrada, porque sólo mediante el
derramamiento de la del Hijo de Dios podía haber expiación por el pecado.
También se empleaba la sangre para purificar el santuario de los pecados del
pueblo, para representar de este modo el hecho de que la sangre de Cristo
únicamente puede purificar del pecado.—Ibid. MGD 55.4
Nuestro Salvador declara que trajo del cielo el don de la vida
eterna. Había de ser levantado en la cruz del Calvario para atraer a todos los
hombres a sí mismo. ¿Cómo trataremos entonces la herencia adquirida por Cristo?
Debiera manifestársele ternura, aprecio, bondad, simpatía y amor. Entonces
podremos trabajar para ayudar y bendecir a los demás. En esta obra entra en
juego más que una fraternidad humana. Tenemos la exaltada compañía de los
ángeles celestiales. Cooperan con nosotros en la obra de iluminar a los
encumbrados y a los humildes... MGD 55.5
Cristo decidió en el concilio con su Padre que no había de
escatimarse nada, por más costoso que fuera, no había que guardar nada, por más
alto que se lo estimara, para rescatar al pobre pecador. El daría todo el cielo
para esta obra de salvación, para restaurar la imagen moral de Dios en el
hombre... Ser hijo de Dios significa ser uno con Cristo y bendecir a las almas
que perecen en sus pecados.—Ibid. 231. MGD 55.6
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