El ejemplo
de Elías, 21 de marzo
Elías era hombre sujeto a
pasiones semejantes a las nuestras, y oró fervientemente para que no lloviese,
y no llovió sobre la tierra por tres años y seis meses. Y otra vez oró, y el
cielo dio lluvia, y la tierra produjo su fruto. Santiago 5:17, 18. MGD 88.1
Cuando [Elías] elevó su oración
en el Monte Carmelo suplicando lluvia (1 Reyes 18:31-45), su fe fue probada, pero él
perseveró en dar a conocer su petición a Dios. Seis veces oró fervientemente,
sin señal alguna de que su solicitud hubiera sido concedida, pero con firme fe
continuó presentando su súplica ante el trono de la gracia. Si desanimado
hubiera abandonado su intento la sexta vez, su oración no hubiera recibido
respuesta; pero perseveró hasta que vino la contestación. Tenemos un Dios cuyo
oído no está cerrado a nuestras peticiones; y si probamos su Palabra, honrará
nuestra fe. Desea que todos nuestros intereses estén entretejidos con los
suyos, y entonces podrá bendecirnos sin traba ninguna; porque en tal caso no
nos adjudicaremos la gloria al recibir la bendición, sino que daremos toda la
alabanza a Dios. Dios no siempre responde nuestras oraciones la primera vez que
lo invocamos, porque si lo hiciera podríamos considerar que tenemos derecho a
todos los favores y bendiciones que nos concede. En lugar de escudriñar nuestro
corazón para ver si estamos albergando algún mal en nosotros, si estamos
complaciendo algún pecado, nos pondríamos negligentes y dejaríamos de reconocer
nuestra dependencia de él y nuestra necesidad de su ayuda.—The S.D.A. Bible Commentary 2:1034, 1035. MGD 88.2
El siervo observó mientras
Elías oraba. Seis veces regresó desde su punto de mira diciendo: “No hay nada,
ni nube, ni señal de lluvia”. Pero el profeta no se abandonó al desánimo... Al
escudriñar su corazón le pareció que cada vez era más insignificante, tanto en
su propia estima como a la vista de Dios. Le pareció que él no era nada y que
Dios lo era todo; y cuando llegó al punto de renunciar a sí mismo, mientras se
aferraba del Salvador como su única fortaleza y justicia, vino la respuesta. El
siervo apareció y dijo: “Veo una pequeña nube como la palma de la mano de un
hombre, que sube del mar”. 1 Reyes 18:44.—Ibid. 1035. MGD 88.3
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