Viendo al invisible, 20 de marzo
Por la fe dejó a Egipto, no
temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible. Hebreos 11:27. CV 85.1
Moisés tenía un profundo
sentido de la presencia personal de Dios. No miraba solamente a través de los
siglos esperando que Cristo se manifestase en la carne, sino que veía a Cristo
de una manera especial acompañando a los hijos de Israel en todos sus viajes.
Dios era real para él, siempre presente en sus pensamientos. Cuando se le
interpretaba erróneamente, cuando estaba llamado a arrostrar peligros y
soportar insultos por amor de Cristo, los sufría sin represalias. Moisés creía
en Dios, como en Aquel a quien necesitaba, y quien le ayudaría por causa de su
necesidad. Dios era para él un auxilio presente. CV 85.2
Mucha de la fe que vemos es
meramente nominal; escasea la fe verdadera, confiada y perseverante. Moisés
realizó en su propia experiencia la promesa de que Dios será galardonador de
aquellos que le buscan diligentemente. Tenía respeto por la recompensa del
galardón. En esto hay otro punto de la fe que deseamos estudiar: Dios recompensará
al hombre de fe y obediencia. Si esta fe penetra en la experiencia de la vida,
habilitará a cada uno de los que temen y aman a Dios para soportar pruebas.
Moisés estaba lleno de confianza en Dios, porque tenía una fe que se apropiaba
sus promesas. Necesitaba ayuda, oraba por ella, se aferraba a ella por la fe, y
entretejía en su experiencia la creencia de que Dios le cuidaba. Creía que Dios
regía su vida en particular. Veía y reconocía a Dios en todo detalle de su
vida, y sentía que estaba bajo el ojo del que lo ve todo, que pesa los motivos
y prueba el corazón. Miraba a Dios, y confiaba en que él le daría fuerza para
vencer toda tentación... La presencia de Dios bastaba para hacerle atravesar
las situaciones más penosas en las cuales un hombre pudiera ser colocado. CV 85.3
Moisés no pensaba simplemente
en Dios; le veía. Dios era la constante visión que había delante de él; nunca
perdía de vista su rostro. Veía a Jesús como su Salvador, y creía que los
méritos del Salvador le serían imputados. Esta fe no era para Moisés una
suposición; era una realidad. Esa es la clase de fe que necesitamos: la fe que
soportará la prueba. ¡Oh cuántas veces cedemos a la tentación porque no
mantenemos nuestros ojos puestos en Jesús! Joyas de los Testimonios 2:267, 268.* CV 85.4
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