El remedio para la ruina, 20 de marzo
Pero lejos esté de mí
gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me
es crucificado a mí, y yo al mundo. Gálatas 6:14. CDCD 86.1
Miremos la cruz del Calvario.
Es la garantía de amor ilimitado, de la inconmensurable misericordia del Padre
celestial. ¡Oh, si todos se arrepintieran e hicieran sus primeras obras! Cuando
los miembros de las iglesias lo hagan, amarán a Dios sobre todas las cosas y a
su prójimo como a sí mismos. Efraín no envidiaría a Judá, y éste no ofendería a
Efraín. Las disensiones desaparecerán y el áspero ruido de la contienda no se
escuchará más dentro de los límites de Israel. CDCD 86.2
Por medio de la gracia
abundantemente proporcionada por Dios, todos tratarán de contestar la oración
de Cristo, es decir, que sus discípulos sean unidos, como él y su Padre están
unidos. La paz, el amor, la misericordia y la benevolencia serán los
permanentes principios del alma. El amor de Cristo será el tema de toda lengua,
y el Testigo verdadero no podrá decir más: “Tengo contra ti, que has dejado tu
primer amor”. Apocalipsis 2:4. El pueblo de Dios permanecerá
en Cristo, el amor de Jesús se manifestará, y un solo Espíritu animará a todos
los corazones, regenerándolos y renovándolos a la imagen de Cristo,
amoldándolos a todos por igual. CDCD 86.3
Como ramas vivientes de la vid
verdadera, todos estaremos unidos a Cristo, la Cabeza viviente. Jesús morará en
cada corazón, para guiar, consolar, santificar, y para presentar al mundo la
unidad de sus seguidores, para dar testimonio de ese modo que la iglesia
remanente posee las credenciales del cielo. Mediante la unidad de la iglesia de
Cristo se probará que Dios envió al mundo a su Hijo unigénito... CDCD 86.4
Las obras no pueden ser para
nosotros el precio que pagamos para entrar al cielo. La única ofrenda que se
hizo alcanza para todos los creyentes. El amor de Cristo proporcionará nueva
vida a los creyentes. Quien beba aquí del agua de la fuente de vida, será
saciado en el reino con el nuevo vino. La fe en Cristo será el medio por el
cual el debido espíritu y los motivos acertados obrarán en el creyente, y del
que mira a Jesús procederán toda bondad y toda actitud celestial, puesto que él
es autor y consumador de su fe. Miremos a Dios, no a los hombres. El Señor es
nuestro Padre celestial que está dispuesto a soportar con paciencia nuestras
debilidades y que las perdona y las sana.—The Review and Herald,
20 de marzo de 1894. CDCD 86.5
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