No deis lugar a la tentación, 20 de marzo
En el temor de Jehová está la fuerte confianza; y esperanza
tendrán sus hijos. Proverbios 14:26. NEV 87.1
Dios requiere que confesemos nuestros pecados y humillemos
nuestros corazones delante de él; pero al mismo tiempo debemos tener confianza
en él, como un Padre tierno que no olvidará a aquellos que confían en él. No
comprendemos cuántos de nosotros andamos por la vista, y no por la fe. Creemos
en las cosas visibles, pero no apreciamos las preciosas promesas que se nos han
dado en su Palabra. Y sin embargo, no podemos deshonrar a Dios más
decididamente que demostrando que desconfiamos de lo que dice.—The Review and Herald, 8 de abril de 1884. NEV 87.2
Quisiera decirles a aquellos que están tentados, ni por un solo
momento reconozcáis las tentaciones de Satanás, como estando en armonía con
vuestras mentes. Alejaos de ellas, como os alejaríais del adversario mismo. La
obra de Satanás consiste en desanimar el alma. La obra de Cristo consiste en
inspirar al corazón con fe y esperanza. Satanás procura destruir nuestra
confianza. El nos dice que nuestras esperanzas están edificadas sobre falsas
premisas, más bien que sobre la palabra inmutable de Aquel que no puede mentir.—Manuscrito 31, 1911, pp. 17, 18. NEV 87.3
Cuando él [Satanás] sugiere dudas acerca de si realmente somos el
pueblo a quien Dios está guiando, a quien él está preparando mediante pruebas
para permanecer firmes en el día final, estemos listos para hacer frente a sus
insinuaciones presentando la clara evidencia de la Palabra de Dios, de que éste
es el pueblo remanente que guarda los mandamientos de Dios y tiene la fe de
Jesús.—The Review and Herald, 8 de abril de 1884. NEV 87.4
Confiemos plena, humilde y desinteresadamente en Dios. Somos sus
hijitos, y él nos trata como a tales. Cuando nos acercamos a él, su
misericordia nos preserva de los impactos del enemigo. El nunca traicionará a
uno que confíe en él, como un niño confía en sus padres. El ve un alma humilde
y confiada que se acerca a él, y con piedad y amor él se acerca a ella, y
levanta un pendón para ella contra el enemigo. “No los toquéis—dice—, porque
son míos. Los tengo esculpidos sobre las palmas de mis manos”. Les enseña a
ejercer una fe incuestionable en su poder para obrar en beneficio de ellos. Con
seguridad les dice: “Esta es la victoria que vence al mundo, nuestra fe”. 1 Juan 5:4.—Carta 5, 1903, pp. 7, 8.
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