Trabajar fielmente donde se esté, 20 de marzo
De manera que cada uno de
nosotros dará a Dios cuenta de sí. Así que ya no nos juzguemos más los unos a
los otros. Romanos 14:12, 13. SSJ 86.1
Cuando hicimos todo lo que
pudimos, debemos contarnos como siervos inútiles. No hay lugar para el orgullo
en nuestros esfuerzos, porque dependemos a cada momento de la gracia de Dios y
no tenemos nada que no hayamos recibido. Dice Jesús: “Separados de mí, nada
podéis hacer”. Juan 15:5. SSJ 86.2
Somos responsables sólo por los
talentos que Dios nos ha concedido. El Señor no reprocha a los siervos que han
duplicado sus talentos, que han hecho conforme a su habilidad. Los que
demuestren así su fidelidad pueden ser felicitados y recompensados; pero los
que haraganean en la viña, los que no hacen nada, o hacen en forma descuidada
la obra del Señor, por medio de su trabajo ponen de manifiesto cuál es su
interés real en la obra a la cual han sido llamados... El talento que se les
dio para la gloria de Dios y la salvación de las almas ha sido despreciado, y
se ha hecho un mal uso de él. El bien que podría haber hecho queda incompleto,
y el Señor no puede recibir lo que es suyo con los intereses. SSJ 86.3
Que ninguno se queje porque no
tiene mayores talentos para emplear en el servicio del Maestro. Mientras usted
se muestre insatisfecho y quejoso, está perdiendo el tiempo precioso y
malgastando oportunidades valiosas. Agradezca a Dios por las habilidades que
tiene, y ore para que pueda ser capacitado para hacer frente a las
responsabilidades que le han sido confiadas. Si desea una utilidad mayor, vaya
a trabajar y adquiera aquello por lo que se lamenta. Vaya a trabajar con una
paciencia firme, y haga lo mejor que pueda sin tener en cuenta lo que hacen
otros. “De manera que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí”. Romanos 14:12. Que no sean sus pensamientos ni
sus palabras: “¡Ojalá que tuviera una obra más importante! ¡Ojalá que estuviera
en esta o aquella posición!” Cumpla con su deber donde esté. Invierta lo mejor
posible los dones que le fueron confiados en el lugar donde trabaja y así
servirá mejor al Señor. Deseche toda murmuración y toda lucha. No trabaje por
la supremacía. No envidie las capacidades de otros, porque eso no aumentará su
habilidad para hacer una obra mejor o más grande. Use su don con mansedumbre,
humildad y fe, y espere hasta el día del ajuste final de cuentas, y no tendrá
motivo para afligirse o avergonzarse.—The Review and Herald,
1 de mayo de 1888. SSJ 86.4
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