Toda persona tiene un don y es responsable por
ese don, 18 de marzo
Todo lo que te viniere a la
mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay
obra, ni trabajo, ni ciencia, ni sabiduría. Eclesiastés 9:10. SSJ 84.1
La parábola de los talentos
debería ser materia de estudio y oración más cuidadosos, porque tiene una
aplicación para cada hombre, mujer y niño que posean la capacidad de
razonamiento. La obligación y responsabilidad están en proporción a los
talentos que Dios concede a cada uno. No hay un solo seguidor de Cristo que no
tenga un don peculiar para usar y del cual es responsable ante Dios. SSJ 84.2
Muchos han presentado excusas
por no cumplir su servicio a Cristo diciendo que otros tienen mayores dones o
ventajas que ellos. Ha prevalecido la opinión de que sólo los que tienen
talentos especiales deben santificar sus capacidades para el servicio de Dios.
Se ha llegado a entender que los dones se dan sólo a unos que son favorecidos
con exclusión de otros, quienes, por supuesto, no son llamados a compartir las
penurias o las recompensas. SSJ 84.3
Pero en la parábola el asunto
no se presenta de ese modo. Cuando el señor de la casa llamó a sus siervos, dio
a cada uno su obra. Toda la familia de Dios está incluida en la responsabilidad
de usar los bienes de su Señor. Toda persona, desde la más insignificante y
desconocida hasta la más importante y exaltada, es un agente moral dotado con
capacidades por las cuales tiene responsabilidades ante Dios. En grado mayor o
menor, todos están a cargo de los talentos de su Señor. Las capacidades
espirituales, mentales y físicas, la influencia, la posición, las posesiones,
los afectos y las simpatías, todos son talentos preciosos para ser usados en la
causa del Maestro para la salvación de las personas por quienes Cristo murió... SSJ 84.4
Dios requiere que cada uno sea
un obrero en su viña. Usted ha de realizar la tarea que le fue asignado, y ha
de hacerla con fidelidad. “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo
según tus fuerzas; porque en el Seol, adonde vas, no hay obra, ni trabajo, ni
ciencia, ni sabiduría”.—The Review and Herald, 1 de mayo de 1888. Recibiréis Poder, 220. SSJ 84.5
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