Un contraste de carácteres, 18 de marzo
“Un pueblo será más fuerte que
el otro pueblo, y el mayor servirá al menor”. Génesis 25:23. CT 86.1
Esaú se crió deleitándose en la
complacencia propia y concentrando todo su interés en lo presente. Contrario a
toda restricción, se deleitaba en la libertad montaraz de la caza, y desde
joven eligió la vida de cazador. Sin embargo, era el hijo favorito de su padre.
El pastor tranquilo y pacífico se sintió atraído por la osadía y la fuerza de
su hijo mayor, que corría sin temor por montes y desiertos, y volvía con caza
para su padre y con relatos palpitantes de su vida aventurera. CT 86.2
Jacob, reflexivo, aplicado y
cuidadoso, pensando siempre más en el porvenir que en el presente, se
conformaba con vivir en casa, ocupado en cuidar los rebaños y en labrar la
tierra. Su perseverancia paciente, su economía y su previsión eran apreciadas
por su madre. Sus afectos eran profundos y fuertes, y sus gentiles e
infatigables atenciones contribuían mucho más a su felicidad que la amabilidad
bulliciosa y ocasional de Esaú. Para Rebeca, Jacob era el hijo predilecto... CT 86.3
Esaú no amaba la devoción, ni
tenía inclinación hacia la vida religiosa. Las exigencias que acompañaban a la
primogenitura espiritual eran para él una restricción desagradable y hasta
odiosa. La ley de Dios, condición del pacto divino con Abrahán, era considerada
por Esaú como un yugo servil. Inclinado a la complacencia propia, nada deseaba
tanto como la libertad para hacer su gusto. Para él, el poder y la riqueza, los
festines y el alboroto, constituían la felicidad. Se jactaba de la libertad
ilimitada de su vida indómita y errante... CT 86.4
Jacob había oído a su madre
referirse a la indicación divina de que él recibiría la primogenitura, y desde
entonces tuvo un deseo indecible de alcanzar los privilegios que ésta
confería... El objeto de sus anhelos era la primogenitura espiritual. Tener comunión
con Dios, como el justo Abrahán, ofrecer el sacrificio expiatorio por su
familia, ser el progenitor del pueblo escogido y del Mesías prometido, y
heredar las posesiones inmortales que estaban contenidas en las bendiciones del
pacto: éstos eran los honores y prerrogativas que encendían sus deseos más
ardientes. ... CT 86.5
Con secreto anhelo escuchaba
todo lo que su padre decía acerca de la primogenitura espiritual; retenía
cuidadosamente lo que oía de su madre. Día y noche este asunto ocupaba sus pensamientos,
hasta que se convirtió en el interés absorbente de su vida. Pero aunque daba
más valor a las bendiciones eternas que a las temporales, Jacob no tenía
todavía un conocimiento experimental del Dios a quien adoraba. Su corazón no
había sido renovado por la gracia divina. Creía que la promesa respecto a él
mismo no se podría cumplir mientras Esaú poseyera la primogenitura; y
constantemente estudiaba los medios de obtener la bendición que su hermano
consideraba de poca importancia y que para él era tan preciosa.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 175-177. CT 86.6
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