Pureza, 23
de marzo
Bienaventurados los de limpio
corazón, porque ellos verán a Dios. Mateo 5:8. RP 93.1
Cuando el templo interior es
vaciado completamente del yo, y todo dios falso es desalojado, el lugar lo
llena la afluencia del Espíritu de Cristo. Es así como uno adquiere la fe que
obra por amor, y purifica al creyente de toda corrupción moral y espiritual. El
Espíritu Santo, el Consolador, puede actuar influyendo y orientando la mente
para que pueda gozarse en los asuntos espirituales. Entonces la persona anda
“conforme al Espíritu” (Romanos 8:1), y piensa en los temas del
Espíritu y desconfía de sí misma. Cristo es el todo y en todos. El Espíritu
Santo en forma constante revela la verdad. Si el creyente recibe con humildad
la palabra injertada, tributará al Señor toda su gloria diciendo: “Pero Dios
nos las reveló a nosotros por el Espíritu”. “Y nosotros no hemos recibido el
espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo
que Dios nos ha concedido” 1 Corintios 2:10, 12. RP 93.2
Además de la revelación, el
Espíritu también produce frutos de justicia. Cristo es para el creyente “una
fuente de agua que salte para vida eterna”. Juan 4:14. Es un sarmiento de la Vid verdadera
que lleva muchos frutos para la gloria de Dios. ¿Cuál es la característica del
fruto? “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley”. Gálatas 5:22, 23. RP 93.3
Los que tienen el Espíritu
serán sinceros colaboradores con Dios. Las inteligencias celestiales cooperarán
con ellos, y serán probados con el Espíritu del mensaje del cual son
portadores. Constituyen un espectáculo para el mundo, los ángeles y los
hombres. Por creer en la verdad son refinados y ennoblecidos por intermedio de
la santificación del Espíritu. En el santuario interior no acumularon madera,
heno o rastrojos. Por el contrario, atesoraron oro, plata y piedras preciosas.
Hablan palabras de sólido significado, y de los tesoros del corazón extraen
temas puros y sagrados, de acuerdo con el ejemplo de Cristo.—The Home Missionary, 1 de noviembre de 1893,
p. 29. RP 93.4
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