El espíritu de sumisión, 23 de marzo
Orad a menudo a vuestro Padre celestial. Cuanto más a menudo os
dediquéis a la oración, tanto más cerca será llevada vuestra alma dentro de la
sagrada proximidad de Dios. El Espíritu Santo intercederá en favor del que ora
con sinceridad con gemidos que no pueden ser expresados con palabras, y el
corazón será ablandado y subyugado por el amor de Dios. Las nubes y sombras que
Satanás echa sobre el alma serán disipadas por los brillantes rayos del Sol de
Justicia y las cámaras de la mente y del corazón serán alumbradas por la luz
del Cielo. ELC 91.2
No os desaniméis si parece que vuestras oraciones no obtienen una
respuesta inmediata. El Señor ve que la oración está mezclada a menudo con
mundanalidad. Los hombres oran por aquello que satisfará sus deseos egoístas, y
el Señor no cumple sus pedidos en la manera que ellos esperan. Los pone a
prueba, los lleva a través de humillaciones hasta que vean más claramente
cuáles son sus necesidades. No da a los hombres aquellas cosas que complacerán
un apetito pervertido y que resultarían en prejuicio del agente humano,
llevándolo a deshonrar a Dios. No da a los hombres aquello que complacerá su
ambición y obrará simplemente la autoexaltación. Cuando acudimos a Dios debemos
estar dispuestos a someternos y a ser contritos de corazón, subordinándolo todo
a su santa voluntad. ELC 91.3
En el Getsemaní, Cristo oró a su Padre diciendo: “Padre mío, si es
posible, pase de mí esta copa”. Mateo 26:39. La copa que pidió que fuese
pasada de él, que parecía tan amarga a su alma, era la copa de la separación de
Dios a consecuencia del pecado del mundo... “Pero no sea como yo quiero, sino
como tú”. Mateo 26:39. El espíritu de sumisión que Cristo
manifestó al ofrecer su oración delante de Dios, es el espíritu que es
aceptable para con Dios. Que el alma sienta su necesidad, su impotencia, su
insignificancia; sean dedicadas todas sus energías en un ferviente deseo de
conseguir ayuda, y la ayuda vendrá.—The Review and Herald,
19 de noviembre de 1895.
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