Los que usan los talentos fielmente escucharán:
“bien hecho”, 23 de marzo
Y el que había recibido cinco
talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo el que
había recibido dos, ganó también otros dos. Mateo 25:16, 17. SSJ 89.1
“Porque de tal manera amó Dios
al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna”. El precio del rescate fue pagado por cada
hijo e hija de Adán, y [el hecho] de que los que han sido rescatados por la
sangre preciosa de Cristo rehúsan ser leales a él, no los protegerá de la
retribución que vendrá sobre en ellos en el último día. Tendrán que responder
por su descuido en usar los talentos que le fueron confiados por el Maestro.
Tendrán que responder por sus oprobios contra su Hacedor y Redentor, y por lo
que le sustrajeron a Dios, retirando sus talentos de su servicio y enterrando
en la tierra los bienes de su Señor. SSJ 89.2
La familia humana está
compuesta de agentes morales responsables, y desde el más alto y más dotado
hasta el más bajo y más humilde, todos están dotados con los bienes del cielo.
El tiempo es un talento confiado por Dios, y debe ser empleado diligentemente
en el servicio de Cristo. La influencia es un don de Dios, y debe ejercerse
para promover los propósitos más elevados y nobles. Cristo murió en la cruz del
Calvario para que toda nuestra influencia pudiera usarse para levantarlo ante
un mundo que perece. Los que contemplan a la Majestad del cielo muriendo en la
cruz por sus transgresiones, valorarán su influencia sólo cuando atraiga a
hombres y a mujeres a Cristo, y la usarán sólo para ese propósito. El intelecto
es un talento que se nos ha confiado. La simpatía y el afecto son talentos que
deben ser protegidos y mejorados de manera sagrada para que podamos prestar
servicio a Aquel de quien somos su posesión adquirida. SSJ 89.3
Todo lo que somos o podemos ser
pertenece a Dios. La educación, la disciplina y las habilidades en cualquier
especialidad debieran usarse para él... Ya sea que la cantidad confiada sea
grande o pequeña, el Señor requiere que sus dueños hagan lo mejor que puedan.
No es la cantidad que se nos ha confiado o la mejora hecha lo que les da a
hombres y a mujeres la aprobación del cielo, sino que lo que trae la bendición
divina es la fidelidad, la lealtad a Dios, el servicio prestado con amor.
“Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré;
entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25:21) Esta recompensa de gozo no espera
hasta que entremos en la ciudad de Dios, sino que el siervo fiel tiene un goce
anticipado de ella aun en esta vida.—The Signs of the
Times, 23 de enero de 1893. SSJ 89.4
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