Pidámosle a
Dios, 1 de marzo
Y si alguno de vosotros tiene
falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin
reproche, y le será dada. Santiago 1:5. ELC 69.1
Es el privilegio de cada
creyente hablar primero con su Dios en su intimidad, y luego, como vocero de
Dios, hablar con otros. Para tener algo que impartir, debemos recibir
diariamente luz y bendiciones. Hombres y mujeres que tienen comunión con Dios,
que tienen a Cristo morando en ellos, que estén circundados de santa influencia
porque colaboran con santos ángeles, son los que se necesitan en este tiempo.
La causa necesita a aquellos que tienen poder de trabajar con Cristo, poder de
expresar el amor de Dios en palabras de ánimo y simpatía. ELC 69.2
Cuando el creyente se inclina
en súplica ante Dios, y en humildad y contrición ofrece su petición con labios
no fingidos, pierde todo pensamiento egoísta. Su mente se llena del pensamiento
de qué debe poseer para poder construir un carácter semejante a Cristo. El ora:
“Señor, si debo ser un canal a través del cual tu amor debe fluir día tras día
y hora tras hora, reclamo por la fe la gracia y el poder que tú has prometido”.
Se aferra firmemente de la promesa: “Si alguno de vosotros tiene falta de
sabiduría, pídala a Dios, ... y le será dada”. ELC 69.3
¡Cuánto se agrada el Maestro
con esta dependencia! ¡Cómo se deleita en oír la súplica ferviente e incesante!
... Con gracia maravillosa y ennoblecedora el Señor santifica al humilde
rogante, dándole poder para cumplir con las más pesadas responsabilidades. Todo
lo que se emprende se hace para el Señor, y esto eleva y santifica la petición
más insignificante. Reviste de nueva dignidad cada palabra, cada acto, y une al
más humilde obrero, al más pobre de los siervos de Dios con el mayor de los
ángeles de las cortes celestiales...—The Review and Herald,
4 de marzo de 1909. ELC 69.4
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