Fragancia
celestial, 1 de marzo
No me elegisteis vosotros a mí,
sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis
fruto, y vuestro fruto permanezca; que todo lo que pidiereis al Padre en mi
nombre, él os lo dé. Juan 15:16. RP 71.1
Para producir muchos frutos,
hay que aprovechar al máximo todo privilegio y oportunidad para desarrollar una
mente cada vez más espiritual. El que desea recibir diariamente la ayuda divina
debe deponer toda vulgaridad, orgullo y mundanalidad. El que quiera crecer
espiritualmente, con el poder del Espíritu Santo debe utilizar todos los
recursos que el evangelio le proporciona para ganar en piedad e influencia. Es
por medio de las invisibles agencias sobrenaturales como se produce el proceso
de desarrollo desde la semilla hasta que el grano madura. RP 71.2
Antes de la traición y la
crucifixión, Jesús consoló a sus discípulos con la promesa del Espíritu Santo;
y en la doctrina acerca de este agente de influencia divina, qué riquezas les
fueron reveladas, porque esta bendición traería en su estela todas las otras
bendiciones. El Espíritu Santo imparte su aliento a los que humildemente
confían en Cristo como el autor y el consumador de la fe, para que los frutos
que produzcan sean para vida eterna. Habrá fragancia en su influencia, y el
nombre de Jesús será música en los oídos, y melodía en su corazón. RP 71.3
Aunque no sean capaces de
explicar el misterio de esta experiencia, los creyentes tendrán para otros
sabor de vida que vivifica. Si las nubes los circundan saben que, al clamar al
Señor, las tinieblas serán disipadas, y volverán el sosiego y el gozo al templo
de su ser. Conocen lo que es tener la revelación del amor perdonador de Dios,
una experiencia de paz que está más allá de toda comprensión, que inspira a
alabar y, en agradecida adoración, a elevar todo el ser al que los amó y con su
sangre los lavó del pecado. Tienen paz mediante Cristo Jesús y gozo en el Santo
Espíritu. Al estar en Cristo permanecen abrazados al seno del amor infinito,
que los llena de sumisión a su voluntad y les permite atesorar el cielo en sus
corazones. Cristianos con estas virtudes producirán muchos frutos para la
gloria de Dios e interpretarán correctamente el carácter divino, cuyos
atributos serán manifestados al mundo.—The Signs of the
Times, 3 de abril de 1893. RP 71.4
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