La
justificación por la fe, nuestra única esperanza, 1 de marzo
Si alguno hubiere pecado,
abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es la
propiciación por nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino
también por los de todo el mundo. 1 Juan 2:1, 2. RJ 66.1
Cuando el pecador penitente,
contrito delante de Dios, comprende el sacrificio de Cristo en su favor y
acepta ese sacrificio como su única esperanza en esta vida y en la vida futura,
sus pecados son perdonados. Esto es justificación por la fe. Cada alma creyente
debe conformar enteramente su voluntad a la de Dios y mantenerse en un estado
de arrepentimiento y contrición, ejerciendo fe en los méritos expiatorios del
Redentor y avanzando de fortaleza en fortaleza, de gloria en gloria. RJ 66.2
El perdón y la justificación
son una y la misma cosa. Mediante la fe, el creyente pasa de la posición de un
rebelde, un hijo del pecado y de Satanás, a la posición de un leal súbdito de
Jesucristo, no en virtud de una bondad inherente, sino porque Cristo lo recibe
como hijo suyo por adopción. El pecador recibe el perdón de sus pecados, porque
estos pecados son cargados por su Sustituto y Garante. El Señor le dice a su
Padre celestial: “Este es mi hijo. Suspendo la sentencia de condenación de
muerte que pesa sobre él, dándole mi póliza de seguro de vida—vida eterna—en
virtud de que yo he tomado su lugar y he sufrido por sus pecados. Ciertamente,
él es mi hijo amado”. De esa manera el hombre, perdonado y cubierto con las
hermosas vestiduras de la justicia de Cristo, comparece sin tacha delante de
Dios. RJ 66.3
El pecador puede errar, pero no
es desechado sin misericordia. Su única esperanza, sin embargo, es el
arrepentimiento para con Dios y la fe en el Señor Jesucristo. Es prerrogativa
del Padre perdonar nuestras transgresiones y nuestros pecados, porque Cristo ha
tomado sobre sí nuestra culpa y ha suspendido la sentencia que pendía sobre
nosotros, imputándonos su propia justicia. Su sacrificio satisface plenamente
los requerimientos de la justicia. RJ 66.4
La justificación es lo opuesto
a la condenación. La ilimitada misericordia de Dios se ejerce sobre los que son
totalmente indignos. El perdona transgresiones y pecados por amor a Jesús,
quien se ha convertido en la propiciación por nuestros pecados. Mediante la fe
en Cristo, el transgresor culpable entra en el favor de Dios y en la firme
esperanza de la vida eterna.—Fe y Obras, 108, 109. RJ 66.5
La justicia de Cristo hace que
el pecador penitente sea aceptable ante Dios y obra su justificación. No
importa cuán pecadora haya sido su vida, si cree en Jesús como su Salvador
personal, se halla delante de Dios vestido con el manto inmaculado de la
justicia imputada de Cristo.—The Signs of the
Times, 4 de julio de 1892. RJ 66.6
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