Hemos
encontrado al mesías, 8 de marzo
Hemos hallado a aquel de quien
escribió Moisés en la ley, así como los profetas. Juan 1:45. EJ 75.1
Felipe llamó a Natanael. Este
último había estado entre la muchedumbre cuando el Bautista señaló a Jesús como
el Cordero de Dios. Al mirar a Jesús, Natanael quedó desilusionado. ¿Podía ser
el Mesías este hombre que llevaba señales de pobreza y de trabajo? Sin embargo,
Natanael no podía decidirse a rechazar a Jesús, porque el mensaje de Juan le
había convencido en su corazón. EJ 75.2
Cuando Felipe lo llamó,
Natanael se había retirado a un tranquilo huerto para meditar sobre el anunció
de Juan y las profecías concernientes al Mesías. Estaba rogando a Dios que si
el que había sido anunciado por Juan era el Libertador, se lo diese a conocer,
y el Espíritu Santo descendió para impartirle la seguridad de que Dios había
visitado a su pueblo y le había suscitado un cuerno de salvación... EJ 75.3
El mensaje: “Hemos hallado a
Aquel de quien escribió Moisés en la ley, y los profetas”, pareció a Natanael
una respuesta directa a su oración, pero la fe de Felipe era aún vacilante.
Añadió con cierta duda: “Jesús, el hijo de José, de Nazaret”. Los prejuicios
volvieron a levantarse en el corazón de Natanael. Exclamó: “¿De Nazaret puede
haber algo de bueno?” EJ 75.4
Felipe no entró en
controversia. Dijo: “Ven y ve. Jesús vio venir a sí a Natanael, y dijo de él:
He aquí un verdadero israelita, en el cual no hay engaño”. Sorprendido,
Natanael exclamó: “¿De dónde me conoces? Respondió Jesús, y díjole: Antes que
Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera te vi”. EJ 75.5
Esto fue suficiente. El
Espíritu divino que había dado testimonio a Natanael en su oración solitaria
debajo de la higuera, le habló ahora en las palabras de Jesús. Aunque presa de
la duda, y cediendo en algo al prejuicio, Natanael había venido a Cristo con un
sincero deseo de oír la verdad, y ahora su deseo estaba satisfecho. Su fe
superó a la de aquel que le había traído a Jesús. Respondió y dijo: “Rabí, tú
eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel”. EJ 75.6
Si Natanael hubiese confiado en
los rabinos para ser dirigido, nunca habría hallado a Jesús. Viendo y juzgando
por sí mismo, fue como llegó a ser discípulo. Así sucede hoy día en el caso de
muchos a quienes los prejuicios apartan de lo bueno. ¡Cuán diferentes serían
los resultados si ellos quisieran venir y ver! EJ 75.7
Ninguno llegará a un conocimiento
salvador de la verdad mientras confíe en la dirección de la autoridad humana.
Como Natanael, necesitamos estudiar la Palabra de Dios por nosotros mismos, y
pedir la iluminación del Espíritu Santo. Aquel que vio a Natanael debajo de la
higuera, nos verá en el lugar secreto de oración. Los ángeles del mundo de luz
están cerca de aquellos que con humildad solicitan la dirección divina.—El Deseado de Todas las Gentes, 113-114. EJ 75.8
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