Cómo mantener la integridad, 9 de abril
Así también vosotros
consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor
nuestro. No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo
obedezcáis en sus concupiscencias. Romanos 6:11-12. DNC 108.1
Algunos consideran el pecado
como un asunto tan liviano, que quedan sin defensa contra su complacencia o sus
consecuencias... DNC 108.2
Si suponéis por un momento que
Dios tratará livianamente al pecado, o hará provisiones, o excepciones, para
que podáis seguir cometiendo pecados, sin que el alma sufra la penalidad por su
conducta, estáis bajo un terrible engaño de Satanás. Cualquier violación
voluntaria de la recta ley de Jehová expone vuestra alma a los abundantes
asaltos de Satanás. DNC 108.3
Cuando perdéis vuestra
integridad consciente, vuestra alma se convierte en un campo de batalla para
Satanás; abrigáis dudas y temores, suficientes para paralizar vuestras energías
y conduciros al desánimo... DNC 108.4
Recordad que la tentación no es
pecado. Recordad que no importa cuán angustiosa sea la circunstancia en la cual
un hombre esté colocado, ninguna cosa puede realmente debilitar su alma,
mientras no ceda a la tentación y mantenga su propia integridad. Los intereses
más vitales para vosotros individualmente, están bajo vuestro propio cuidado.
Nadie puede dañarlos sin vuestro consentimiento. Todas las legiones satánicas
no pueden haceros daño, a menos que abráis vuestra alma a las artes y dardos de
Satanás. Vuestra ruina nunca puede ocurrir a menos que vosotros consintáis. Si
no hay contaminación de vuestra mente, toda la contaminación que os rodea no
puede mancharos. DNC 108.5
Debemos considerar la vida
eterna por encima de todo, o no valdrá nada para nosotros. Solamente aquellos
que desplieguen esfuerzos perseverantes y celo incansable, con intenso deseo de
apropiarse del valor del objeto que persiguen, obtendrán esa vida que se mide
con la vida de Dios... DNC 108.6
Tenemos el ejemplo de Adán y
Eva, y el resultado de su transgresión debe conducir a cada alma a evitar el
pecado, a aborrecerlo como la cosa odiosa que es, y a pensar que, en vista de
los sufrimientos que causa el pecado, es mejor perder todas las cosas, que
apartarse en lo más mínimo de los mandamientos de Dios.* DNC 108.7
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