Un asunto de vida o muerte, 2 de marzo
Y dijo: Déjame, porque raya el
alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Génesis 32:26. CV 67.1
En la crisis suprema de su
vida, se apartó para orar. Le dominaba un solo propósito: buscar la
transformación de su carácter.—El Discurso Maestro de Jesucristo, 117. CV 67.2
Era una región solitaria y
montañosa, madriguera de fieras y escondite de salteadores y asesinos. Jacob,
solo e indefenso, se inclinó a tierra profundamente acongojado... Con
vehementes exclamaciones y lágrimas oró delante de Dios. CV 67.3
De pronto sintió una mano fuerte
sobre él. Creyó que un enemigo atentaba contra su vida, y trató de librarse de
las manos de su agresor. En las tinieblas los dos lucharon por predominar. No
se pronunció una sola palabra., pero Jacob desplegó todas sus energías y ni un
momento cejó en sus esfuerzos. Mientras así luchaba por su vida, el sentimiento
de su culpa pesaba sobre su alma; sus pecados surgieron ante él, para alejarlo
de Dios. Pero en su terrible aflicción recordaba las promesas del Señor, y su
corazón exhalaba súplicas de misericordia. CV 67.4
La lucha duró hasta poco antes
del amanecer, cuando el desconocido tocó el muslo de Jacob, dejándolo
incapacitado en el acto. Entonces reconoció el patriarca el carácter de su
adversario. Comprendió que había luchado con un mensajero celestial, y por eso
sus esfuerzos casi sobrehumanos no habían obtenido la victoria. Era Cristo, “el
Ángel del pacto”, el que se había revelado a Jacob. El patriarca estaba
imposibilitado y sufría el dolor más agudo, pero no aflojó su asidero... CV 67.5
El Ángel trató de librarse de
él y le exhortó: “Déjame, que raya el alba”; pero Jacob contestó: “No te dejaré
si no me bendices”. Si ésta hubiese sido una confianza jactanciosa y presumida,
Jacob habría sido aniquilado en el acto; pero tenía la seguridad del que
confiesa su propia indignidad, y sin embargo confía en la fidelidad del Dios
que cumple su pacto.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 196, 197. CV 67.6
Por medio de la entrega del yo
y la fe imperturbable, Jacob ganó aquello por lo cual había luchado en vano con
sus propias fuerzas. El Discurso Maestro de Jesucristo, 117, 118.* CV 67.7
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