El
arrepentimiento como primer fruto, 2 de marzo
Ten piedad de mí, oh Dios,
conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis
rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Salmos 51:1, 2. RP 72.1
El arrepentimiento es uno de
los primeros frutos de la gracia salvadora. En sus lecciones al hombre caído,
nuestro gran Maestro presenta el poder viviente de su gracia afirmando que, en
virtud a ella, el hombre y la mujer pueden experimentar la pureza y la santidad
de la nueva vida. Quien viva esta experiencia desarrollará los principios del
reino de los cielos. Al enseñar acerca de Dios, conduce a otros a andar por
caminos rectos. No llevará al cojo a transitar por senderos de incertidumbre. La
obra del Espíritu Santo identifica al que es participante de la naturaleza
divina. Cada creyente en quien obra el Espíritu de Cristo recibe tan generoso
abastecimiento de la rica gracia, que los incrédulos no pueden menos que
reconocer que esa persona es controlada y sustentada por el poder divino; esto
los inspira a glorificar a Dios. RP 72.2
Pese a todas las invitaciones
de Cristo, lamentablemente hay personas que continúan manifestando rasgos de
impiedad. A ellos Dios les dice: “¿Hasta cuándo, oh simples, amaréis la
simpleza... Volveos a mi reprensión; he aquí que yo derramaré mi Espíritu sobre
vosotros, y os haré saber mis palabras”. Proverbios 1:22, 23. RP 72.3
El arrepentimiento del pecado
es el primer fruto de la actuación del Espíritu Santo en la vida. Es el único
proceso mediante el cual la infinita pureza refleja la imagen de Cristo en sus
redimidos. En él habita toda la plenitud. La ciencia que no está en armonía con
Jesús es sin valor. El mismo nos enseña a reputar como pérdida todas las cosas
por la excelencia del conocimiento de Jesús nuestro Señor. Este conocimiento es
la más elevadas de todas las ciencias que el hombre puede alcanzar.—Manuscrito 28, 1905. RP 72.4
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