Fundado en justicia, 6 de marzo
Justicia y juicio son el
cimiento de su trono. Salmos 97:2. MGD 73.1
En todo su trato con los seres
que creó, Dios ha mantenido los principios de la justicia mediante la
revelación del pecado en su verdadero carácter, y ha demostrado que sus
verdaderas consecuencias son la desgracia y la muerte. Nunca existió el perdón
incondicional del pecado, ni existirá jamás. Un perdón de esta naturaleza sería
el abandono de los principios de justicia que constituyen los fundamentos
mismos del gobierno de Dios. Llenaría de consternación al universo inmaculado.
Dios ha indicado fielmente los resultados del pecado, y si estas advertencias
no fuesen la verdad, ¿cómo podríamos estar seguros de que sus promesas se
cumplirán? La así llamada benevolencia que quisiera hacer a un lado la
justicia, no es benevolencia, sino debilidad. MGD 73.2
Dios es quien da la vida. Desde
el principio, todas sus leyes fueron ordenadas para favorecer la vida. Pero el
pecado destruyó sorpresivamente el orden que Dios había establecido, y como
consecuencia, vino la discordia. Mientras exista el pecado, los sufrimientos y
la muerte serán inevitables. Únicamente porque el Redentor llevó en nuestro
lugar la maldición del pecado puede el hombre esperar escapar en su propia
persona a sus funestos resultados.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 560, 561. MGD 73.3
Hemos de aceptar a Cristo como
a nuestro Salvador personal, y él nos imputa la justicia de Dios en Cristo...
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que
él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados”. 1 Juan 4:10. MGD 73.4
En el amor de Dios se ha
manifestado la más maravillosa veta de verdad preciosa, y se exponen delante de
la iglesia y del mundo los tesoros de la gracia de Cristo... Qué amor es éste,
qué maravilloso, insondable amor que indujo a Cristo a morir por nosotros
cuando todavía éramos pecadores. Cuánto pierde el alma que entiende las
vigorosas demandas de la ley y que, sin embargo, no llega a comprender la
sobreabundante gracia de Cristo.—Mensajes Selectos 1:182, 183. MGD 73.5
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