Tratemos bien a nuestros vecinos, 26 de enero
No te niegues a hacer el bien a
quien es debido. Proverbios 3:27. DNC 34.1
Tan dispuesto y ansioso está el
corazón del Salvador a recibirnos como miembros de la familia de Dios, que
incluso en las primeras palabras que debemos emplear para acercarnos a Dios, él
expresa la seguridad de nuestra relación divina: “Padre nuestro”. DNC 34.2
Al llamar a Dios nuestro Padre,
reconocemos a todos sus hijos como nuestros hermanos. Todos formamos parte del
gran tejido de la humanidad; todos somos miembros de una sola familia. En
nuestras peticiones hemos de incluir a nuestros prójimos tanto como a nosotros
mismos. Nadie ora como es debido si solamente pide bendiciones para sí mismo. DNC 34.3
Estáis unidos al Señor por los
lazos más fuertes, y la manifestación del amor de nuestro Padre debiera
despertar el afecto más filial y la gratitud más ardiente. Las leyes de Dios se
fundan en una inmutable rectitud, y han sido conformadas para promover la
felicidad de los que las obedecen... DNC 34.4
En la lección de fe que Cristo
enseñó en el monte se revelan los principios de la verdadera religión. La religión
conduce al hombre a una relación personal con Dios, pero no exclusivamente con
él; porque los principios del cielo han de vivirse de manera que puedan ayudar
y bendecir a la humanidad. Un verdadero hijo de Dios lo amará con todo su
corazón, y amará a su prójimo como a sí mismo. Se interesará en sus semejantes.
La verdadera religión es el resultado de la obra de la gracia en el corazón,
que hace que la vida fluya en forma de buenas obras, como lo hace una fuente
alimentada de corrientes vivas. La religión no consiste meramente de meditación
y oración. La luz del cristiano se manifiesta en buenas obras, y así lo
reconocen los demás. No habrá de divorciarse la religión de la vida de los
negocios. Debe penetrar y santificar sus compromisos y empresas. Si un hombre
está verdaderamente conectado con Dios y el cielo, el espíritu que mora en el
cielo influirá en todas sus palabras y acciones. Glorificará a Dios en sus
obras y conducirá a otros a honrarle.* DNC 34.5
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