En una relación correcta con Dios, 26 de enero
Respondió Jesús y le dijo: El
que me ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y vendremos a él, y
haremos con él morada. Juan 14:23. ELC 34.1
Considerad la relación familiar
que Cristo presenta aquí como que existe entre el Padre y sus hijos. Su
presencia y cuidado son permanentes. Mientras confiemos en el poder salvador de
Cristo, todos los artificios y ardides de la hueste caída no pueden hacer nada
para dañarnos. Los ángeles celestiales están constantemente con nosotros,
guiando y protegiendo. Dios ha ordenado que tengamos su poder salvador con
nosotros para capacitarnos para cumplir toda su voluntad. Aferrémonos de las
promesas y acariciémoslas momento tras momento. Creamos que Dios dice
exactamente lo que dice.—The Review and Herald, 7 de enero de 1909. ELC 34.2
Hay una posibilidad de que el
creyente en Cristo obtenga una experiencia que será del todo suficiente para
colocarlo en correcta relación con Dios. Cada promesa que está en el Libro de
Dios nos hace resaltar el ánimo de que podemos ser participantes de la naturaleza
divina. Esta es la posibilidad: de descansar en Dios, de creer su Palabra, de
efectuar sus obras; y esto podemos hacer cuando nos aferramos de la divinidad
de Cristo. ELC 34.3
Esa posibilidad vale más para
nosotros que todas las riquezas del mundo. No hay nada en la tierra que podamos
comparar con ella. Al aferrarnos del poder que es así colocado dentro de
nuestro alcance, recibimos una esperanza tan poderosa que podemos descansar
plenamente sobre las promesas de Dios; y aferrándonos de las posibilidades que
hay en Cristo, llegamos a ser los hijos y las hijas de Dios.—The Review and Herald, 14 de enero de 1909. ELC 34.4
Al cristiano se le presenta la
posibilidad de realizar grandes conquistas. Puede estar siempre ascendiendo
hacia mayores conquistas. Juan tenía una idea elevada del privilegio de un
cristiano. Dice: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, que seamos llamados
hijos de Dios”... Por los méritos de Jesucristo, el hombre finito se eleva a la
compañía con Dios y su querido Hijo.—La Edificación del Carácter y la Formación de la
Personalidad, 20. ELC 34.5
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