La verdad en el corazón, 26 de enero
Escogí el camino de la verdad;
he puesto tus juicios delante de mí. Salmos 119:30. NEV 34.1
La causa de Dios necesita
hombres y mujeres que permanezcan inconmovibles en la plataforma de la verdad,
y que sostengan firmemente la bandera de la verdad, de modo que ningún hombre
deje de ver en qué lado se encuentra. Su posición ha de ser claramente definida.
Sus corazones deben ser puros y santos, libres de fingimiento o engaño.—Carta 44, 1903. NEV 34.2
La verdad debe encontrar un
lugar permanente en el corazón. Entonces, mediante el poder del Espíritu Santo,
ejercerá su influencia en todo lo que se diga y se haga. ¿Trataremos de
mantener fuera de la vista la verdad? ¡No, no, ni por un momento! Debe considerarse
sagrada. Sus principios deben ser consultados en todas vuestras transacciones.
Ha de ser un consejero en todas vuestras dificultades, y un guía en todas
vuestras relaciones en la vida. ... En público, en privado, donde ningún ojo
humano puede ver, donde ningún oído, excepto el de Dios, puede oir, allí la
verdad debe controlarnos, dirigiendo nuestros pensamientos, determinando
nuestras palabras y nuestras obras.—Carta 5b, 1891, pp. 3. NEV 34.3
Debéis mostrar ... al mundo que
la verdad que profesáis santifica y ennoblece el carácter, y conduce hacia la
laboriosidad y la frugalidad, al paso que evita la avaricia, el engaño y toda
clase de deshonestidad. Mediante vuestras palabras manifestad paciencia, y cada
día podréis predicar un sermón del poder de la verdad, realizando un servicio
efectivo para la causa de Dios. Que nadie diga que la verdad que profesáis no
os hace diferentes de los mundanos. ... No déis la menor ocasión a que nadie
hable mal de vuestra fe, a causa de que no estáis santificados por la verdad.—Carta 30, 1878, pp. 2. NEV 34.4
Cuando la verdad, como está en
Cristo, moldeé nuestros caracteres, será considerada como una verdad auténtica.
... A medida que la contemplemos aumentará en valor, brillando en su propia
hermosura natural, vivificando la mente, y subyugando nuestra egoísta aspereza
de carácter. Elevará nuestras aspiraciones y nos capacitará para alcanzar la
perfecta norma de santidad.—Manuscrito 130, 1897, pp. 9. NEV 34.5
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