La
tentación del desierto, 26 de enero
Entonces
Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el
diablo. Mateo 4:1. AFC
34.2
¿Por
qué fue llevado Cristo, en el comienzo de su ministerio, para ser tentado en el
desierto? Fue el Espíritu el que lo llevó. Por lo tanto, fue no porque lo
necesitara personalmente, sino en nuestro favor, para vencer por nosotros...
Iba a ser probado como representante de la raza humana. Iba a hacer frente al
enemigo en un encuentro personal, para vencer a aquel que pretendía ser cabeza
de los reinos del mundo.—Carta 159, 1903. AFC 34.3
Fue
al desierto y allí se encontró con él Satanás y lo tentó en cada punto en que
pueda ser tentado el hombre. Nuestro Sustituto y Garante pasó por el terreno en
el que tropezó y cayó Adán. Y la pregunta fue: ¿Tropezará y caerá en las
órdenes de Dios, como cayó Adán? Hizo frente a los ataques de Satanás, vez tras
vez, con un “Escrito está” y Satanás dejó el campo de batalla como un enemigo
vencido. Cristo ha redimido la desgraciada caída de Adán, ha perfeccionado un
carácter de perfecta obediencia y ha dejado un ejemplo para la familia
humana... Si hubiera fracasado en un punto con referencia a la ley de Dios, no
hubiera sido una ofrenda perfecta, pues fue en un solo punto en el que fracasó
Adán... AFC 34.4
Nuestro
Salvador soportó en cada punto la prueba de la tentación y en esta forma hizo
posible que venciera el hombre... Como Jesús fue aceptado como nuestro
sustituto y garante, cada uno de nosotros será aceptado si soportamos la prueba
por nosotros mismos. Tomó nuestra naturaleza para familiarizarse con las
pruebas que acosarían al hombre y es nuestro Mediador e Intercesor delante del
Padre.—The Review and Herald, 10 de junio de 1890. AFC
34.5
Los
que sean vencedores deben ejercer hasta el extremo cada facultad de su ser.
Deben agonizar sobre sus rodillas delante de Dios en procura de poder divino.—The
Review and Herald, 18 de febrero de 1809. AFC 35.1
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