Jesús vino como hombre para ser nuestro
ejemplo, 26 de enero
Sed, pues, imitadores de Dios
como hijos amados. Efesios 5:1. RJ 32.1
Los centinelas de Dios no deben
estudiar cómo agradar a la gente, ni escuchar las palabras de ella ni
hablarlas; pues deben escuchar lo que dice el Señor, cuál es su palabra para la
gente. Si confían en los discursos preparados hace años, dejarán de satisfacer
las necesidades de la ocasión. Sus corazones debieran abrirse para que el Señor
impresione sus mentes, y entonces podrán dar a la gente la preciosa verdad recién
venida del Cielo... RJ 32.2
Hay demasiado poco del espíritu
y del poder de Dios en la obra de los centinelas. El Espíritu que caracterizó
la maravillosa reunión del día de Pentecostés está esperando manifestar su
poder sobre los hombres que están entre los vivos y los muertos como
embajadores de Dios. El poder que conmovió tan poderosamente a la gente en el
movimiento de 1844 se revelará nuevamente. El mensaje del tercer ángel se
predicará, no en voz baja, sino como un fuerte pregón. RJ 32.3
Muchos que profesan tener gran
luz andan a la luz de las chispas que ellos mismos encienden. Necesitan que sus
labios sean tocados con la brasa encendida del altar, para que puedan derramar
la verdad como hombres inspirados... RJ 32.4
Si Cristo hubiera venido con la
majestad de un rey, con la pompa de los grandes de la tierra, muchos le
hubiesen aceptado. Pero Jesús de Nazaret no deslumbró los sentidos con un
despliegue de gloria externa para hacer de esto el fundamento de la reverencia
de la gente. Vino como un hombre humilde para ser Maestro y Ejemplo así como el
Redentor de la raza. Si hubiera fomentado la pompa, si hubiera venido con un
séquito de grandes hombres de la tierra, ¿cómo podría haber enseñado la
humildad? ¿Cómo podría haber presentado ardientes verdades tales como las del
Sermón del Monte? Su ejemplo fue el que desea que todos sus seguidores imiten.
¿Dónde habría quedado la esperanza de los humildes si hubiera venido con
exaltación para vivir como un rey sobre la tierra? RJ 32.5
Jesús conocía las necesidades
del mundo mejor que sus propios ciudadanos. No vino como un ángel, vestido con
la panoplia del cielo, sino como un hombre. Y sin embargo, junto con su
humildad había un poder y grandeza inherentes que asombraba a los hombres al
mismo tiempo que los hacía amarlo. Aunque poseía tal amabilidad, tal apariencia
sin pretensiones, se movía entre ellos con la dignidad y poder de un rey nacido
en el cielo. La gente estaba maravillada, confundida. Trataron de comprenderlo
razonando; pero como no estaban dispuestos a renunciar a sus propias ideas,
cedieron a las dudas y se aferraron a la antigua expectativa de un Salvador que
vendría con grandeza terrenal.—Testimonies for the
Church 5:252, 253. RJ 32.6
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