Venid con humildad y santo temor, 25 de marzo
Dios temible en la gran
congregación de los santos, y formidable sobre todos cuantos están alrededor de
él. Salmos 89:7. MGD 92.1
La humildad y la reverencia
deben caracterizar el comportamiento de todos los que se allegan a la presencia
de Dios. En el nombre de Jesús podemos acercarnos a él con confianza, pero no
debemos hacerlo con la osadía de la presunción, como si el Señor estuviese al
mismo nivel que nosotros. Algunos se dirigen al Dios grande, todopoderoso y
santo, que habita en luz inaccesible, como si se dirigieran a un igual o a un
inferior. Hay quienes se comportan en la casa de Dios como no se atreverían a
hacerlo en la sala de audiencias de un soberano terrenal. Los tales debieran
recordar que están ante la vista de Aquel a quien los serafines adoran, y ante
quien los ángeles cubren su rostro. A Dios se le debe reverenciar grandemente;
todo el que verdaderamente reconozca su presencia se inclinará humildemente
ante él.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 256, 257. MGD 92.2
Algunos piensan que es señal de
humildad orar a Dios de una manera común, como si hablasen con un ser humano.
Profanan su nombre mezclando innecesaria e irreverentemente con sus oraciones
las palabras “Dios Todopoderoso”, palabras solemnes y sagradas, que no debieran
salir de los labios a no ser en tonos subyugados y con un sentimiento de
reverencia... MGD 92.3
Es la sentida oración de fe la
que es oída en el cielo y contestada en la tierra. Dios entiende las
necesidades de la humanidad. Él sabe lo que deseamos antes que se lo pidamos.
El ve el conflicto del alma con la duda y la tentación. Nota la sinceridad del
suplicante. Aceptará la humillación y aflicción del alma. “A aquél miraré que
es pobre y humilde de espíritu—declara—, y que tiembla a mi palabra”. Isaías 66:2. MGD 92.4
Es privilegio nuestro orar con
confianza, pues el Espíritu formula nuestras peticiones. Con sencillez debemos
presentar nuestras necesidades al Señor, y apropiarnos de su promesa... MGD 92.5
Nuestras oraciones deben estar
llenas de ternura y amor. Cuando anhelemos sentir de una manera más profunda y
más amplia el amor del Salvador, clamaremos a Dios por más sabiduría.—Obreros Evangélicos, 185-187. MGD 92.6
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