¡Al fin libre! 25 de marzo
Sacó a su pueblo con gozo; con
júbilo a sus escogidos. Salmos 105:43. CV 90.1
Con los lomos ceñidos, las
sandalias calzadas, y el bordón en la mano, el pueblo de Israel permanecía en
silencio reverente, y sin embargo expectante, aguardando que el mandato real
les ordenara ponerse en marcha. Antes de llegar la mañana, ya estaban en
camino... Aquel día completó la historia revelada a Abrahán en visión profética
siglos antes: “Ten por cierto que tu simiente será peregrina en tierra no suya,
y servirá a los de allí, y serán por ellos afligidos cuatrocientos años. Mas
también a la gente a quien servirán, juzgaré yo; y después de esto saldrán con
grande riqueza”.—Historia de los Patriarcas y Profetas, 286, 287. CV 90.2
Al sacar a Israel de Egipto,
Dios manifestó nuevamente su poder y misericordia. Las obras maravillosas
realizadas al librarlos del cautiverio y la forma en que los trató en su viaje
por el desierto, no fueron únicamente para el beneficio de Israel. Habían de
ser una lección objetiva para las naciones circunvecinas. El Señor se reveló a
sí mismo como un Dios que estaba por encima de toda autoridad y grandeza
humanas. Las señales y maravillas que realizó en favor de su pueblo mostraban
su poder sobre la naturaleza y sobre los más encumbrados adoradores de ella. CV 90.3
Dios pasó por la orgullosa
tierra de Egipto así como pasará por la tierra en los últimos días. Con fuego y
tempestad, terremoto y muerte, el gran Yo Soy redimió a su pueblo. Lo sacó de
la tierra de esclavitud. Lo guió a través de “un desierto grande y espantoso,
de serpientes ardientes, y de escorpiones, y de sed”. Deuteronomio 8:15. Les sacó agua de “la roca
del pedernal” y los alimentó con “trigo de los cielos”. Salmos 78:24. “Porque—como le dijo a Moisés—la
parte de Jehová es su pueblo; Jacob la cuerda de su heredad. Hallólo en tierra
de desierto, y en desierto horrible y yermo; trájolo alrededor, instruyólo,
guardólo como la niña de su ojo. Como el águila despierta su nidada, revolotea
sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre sus plumas:
Jehová solo le guió, que no hubo con él dios ajeno”. Deuteronomio 32:9-12. Así los sacó para él,
para que pudieran morar bajo la sombra del Altísimo. Palabras de Vida del Gran Maestro, 269, 270.* CV 90.4
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