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Un sendero seguro


Un sendero seguro, 27 de marzo

Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? di a los hijos de Israel que marchen. Éxodo 14:15. CV 92.1
En su providencia Dios mandó a los hebreos que se detuvieran frente a la montaña junto al mar, a fin de manifestar su poder al liberarlos y humillar señaladamente el orgullo de sus opresores. Hubiera podido salvarlos de cualquier otra forma, pero escogió este procedimiento para acrisolar la fe del pueblo y fortalecer su confianza en él. El pueblo estaba cansado y atemorizado; sin embargo, si hubieran retrocedido cuando Moisés les ordenó avanzar, Dios no les habría abierto el camino. Fue por la fe como “pasaron el mar Bermejo como por tierra seca”. Hebreos 11:29. Al avanzar hasta el agua misma, demostraron creer la palabra de Dios dicha por Moisés. Hicieron todo lo que estaba a su alcance, y entonces el Poderoso de Israel dividió la mar para abrir sendero para sus pies. CV 92.2
En esto se enseña una gran lección para todos los tiempos. A menudo la vida cristiana está acosada de peligros, y se hace difícil cumplir el deber. La imaginación concibe la ruina inminente delante, y la esclavitud o la muerte detrás. No obstante la voz de Dios dice claramente: “Avanza”. Debemos obedecer este mandato aunque nuestros ojos no puedan penetrar las tinieblas, y aunque sintamos las olas frías a nuestros pies. Los obstáculos que impiden nuestro progreso no desaparecerán jamás ante un espíritu que se detiene y duda. Los que postergan la obediencia hasta que toda sombra de incertidumbre desaparezca y no haya ningún riesgo de fracaso o derrota no obedecerán nunca. La incredulidad nos susurra: “Esperemos que se quiten los obstáculos y podamos ver claramente nuestro camino”: pero la fe nos impele valientemente a avanzar esperándolo todo y creyéndolo todo. CV 92.3
La nube que fue una muralla de tinieblas para los egipcios, fue para los hebreos un gran torrente de luz, que iluminó todo el campamento, derramando claridad sobre su sendero. Así las obras de la Providencia acarrean a los incrédulos tinieblas y desesperación, mientras que para el alma creyente están llenas de luz y paz. El sendero por el cual Dios dirige nuestros pasos puede pasar por el desierto o por el mar, pero es un sendero seguro. Historia de los Patriarcas y Profetas, 294, 295.* CV 92.4

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