La comisión es nuestra, 27 de marzo
Pero recibiréis poder, cuando
haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra. Hechos 1:8. ATO 98.1
Cuando Cristo expiraba sobre la
cruz y exclamó “Consumado es”, el velo del templo se rasgó desde arriba hacia
abajo. El sistema judaico de sacrificios y ofrendas ya no era necesario. El
tipo se había encontrado con el antitipo en la muerte de Aquel a quien
señalaban los sacrificios. Se había abierto un camino nuevo y vivo; un camino
por el cual judíos y gentiles, libres y siervos, podían acercarse a Dios y
encontrar perdón y paz. ATO 98.2
Cristo debe ser exaltado como
el Redentor del mundo. Debe ser proclamado como el Cordero de Dios que quita el
pecado del mundo. El Salvador había declarado: “Pero recibiréis poder, cuando
haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra”. Hechos 1:8. ATO 98.3
El último acto de Cristo antes
de dejar esta tierra consistió en comisionar a sus embajadores para ir al mundo
con su verdad. Sus últimas palabras tuvieron el propósito de impresionar a los
discípulos con el pensamiento de que a ellos se les había confiado en custodia
el mensaje del Cielo para el mundo. En obediencia al mandato del Señor, los
discípulos regresaron a Jerusalén y esperaron allí el prometido derramamiento
del Espíritu Santo. Hubo inteligencias celestiales que cooperaron con ellos y
otorgaron poder al mensaje que llevaban. El Espíritu Santo dio eficacia a sus
esfuerzos misioneros, y en una ocasión tres mil se convirtieron en un día.
Pablo, milagrosamente transformado de cruel perseguidor en creyente celoso, se
agregó al número de los discípulos. A él se le confió en una manera especial la
obra de dar el mensaje a los gentiles. ATO 98.4
A Juan, desterrado a la isla de
Patmos por su fidelidad en testificar por Cristo, se le dio allí luz especial
para la iglesia. En su exilio contempló a su Redentor glorificado, y vio en
forma más clara que nunca antes lo que habría de ocurrir al fin de la historia
de esta tierra. Vio la misericordia, la ternura y el amor de Dios combinados
con su santidad, su justicia y su poder. Vio cómo los pecadores encontraban un
Padre en Aquel ante quien sus pecados les habrían hecho sentir temor. La
misericordia y la verdad se habían encontrado; la justicia y la paz se habían
besado. En lugar de huir de Dios por causa de nuestros pecados, corramos a sus
brazos para encontrar protección y perdón. El trono, tan terrible para nosotros
si permanecemos en incredulidad, llega a ser, cuando nos arrepentimos, un lugar
de refugio.—Manuscrito 38, del 27 de marzo de 1905,
“Tengan buen ánimo”.* ATO 98.5
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