Jesús recibe la seguridad de su calidad de
hijo, 5 de marzo
Aconteció que cuando todo el
pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió. Lucas 3:21. EJ 72.1
Cuando Jesús vino para ser
bautizado, Juan reconoció en él una pureza de carácter que nunca había
percibido en nadie. La misma atmósfera de su presencia era santa e inspiraba
reverencia. Entre las multitudes que le habían rodeado en el Jordán, Juan había
oído sombríos relatos de crímenes, y conocido almas agobiadas por miríadas de
pecados; nunca había estado en contacto con un ser humano que irradiase una
influencia tan divina. Todo esto concordaba con lo que le había sido revelado
acerca del Mesías. Sin embargo, vacilaba en hacer lo que le pedía Jesús. ¿Cómo
podía él, pecador, bautizar al que era sin pecado? ¿Y por qué había de
someterse el que no necesitaba arrepentimiento a un rito que era una confesión
de culpabilidad que debía ser lavada?... EJ 72.2
Jesús no recibió el bautismo
como confesión de culpabilidad propia. Se identificó con los pecadores, dando
los pasos que debemos dar, y haciendo la obra que debemos hacer. Su vida de
sufrimiento y paciente tolerancia después de su bautismo, fue también un ejemplo
para nosotros. EJ 72.3
Después de salir del agua,
Jesús se arrodilló en oración a orillas del río. Se estaba abriendo ante él una
era nueva e importante.—El Deseado de Todas las Gentes, 84-85. EJ 72.4
Los ángeles nunca habían
escuchado una oración semejante. Sentían el ferviente deseo de llevarle un
mensaje de seguridad y amor al Redentor que estaba en oración. Pero no; el
mismo Padre atendería a su Hijo. La luz de la gloria de Dios resplandeció
directamente desde el trono. Los cielos se abrieron, y los rayos de luz y
gloria procedentes de él tomaron la forma de una paloma y la apariencia del oro
bruñido. Además, la forma de la paloma era un emblema de la humildad y la
mansedumbre de Cristo. EJ 72.5
La gente permaneció muda de
temor y asombro. Sus ojos estaban fijos en Cristo, cuya forma postrada se veía
envuelta en la hermosa luz y la gloria que rodean constantemente al trono de
Dios. Su rostro vuelto hacia arriba estaba glorificado como nunca habían visto
la faz de hombre alguno. Los truenos resonaban y los relámpagos iluminaban los
cielos abiertos, a la vez que de ellos procedía una voz de majestad terrible,
diciendo: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”. Lucas 3:22... La voz de Jehová le dio a Cristo
la seguridad de su calidad de Hijo con el Eterno.—The Youth’s Instructor, marzo de 1874. EJ 72.6
La gloria que descansó sobre
Jesús es una prenda del amor de Dios hacia nosotros. Nos habla del poder de la
oración, de cómo la voz humana puede llegar al oído de Dios, y ser aceptadas
nuestras peticiones en los atrios celestiales... La luz que cayó por los
portales abiertos sobre la cabeza de nuestro Salvador, caerá sobre nosotros
mientras oremos para pedir ayuda con que resistir a la tentación. La voz que
habló a Jesús dice a toda alma creyente: “Este es mi Hijo amado, en el cual
tengo contentamiento”.—El Deseado de Todas las Gentes, 87-88. EJ 72.7
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