Ahora el poder de la resurrección, 5 de marzo
Y ser hallado de él, no
teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de
Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de
su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser
semejante a él en su muerte. Filipenses 3:9, 10. ATO 76.1
El (capítulo 21) de Mateo, que presenta el viaje
de Cristo a Jerusalén en el que hizo su entrada triunfal, es un capítulo
importante que debemos estudiar y comprender. Necesitamos la advertencia que
encierra la lección de la higuera pretenciosa que no tenía fruto. Ella
representa a quienes profesan seguir a Dios, cuyos nombres están en los libros
de la Iglesia, pero que no producen fruto para la gloria de Dios en sus vidas.
Mi corazón anhela ver coronado y en su trono al Hombre que fue despreciado y
rechazado... ATO 76.2
Mediante la obra del Espíritu
Santo Dios realiza un cambio moral en las vidas de los que componen su pueblo,
transformándolos a la semejanza de Cristo. Entonces, cuando el sonido de la
trompeta final llegue a los oídos de los que duermen en Cristo, saldrán a nueva
vida, revestidos con el ropaje de salvación. Entrarán por las puertas de la
ciudad de Dios y recibirán la bienvenida a la felicidad y el gozo de su Señor.
Quiera Dios que todos podamos comprender y tener en cuenta los goces que
esperan a los que mantienen sus ojos sobre el modelo, Cristo Jesús, y buscan en
esta vida formar un carácter semejante al suyo. ATO 76.3
La Palabra de Dios contiene
nuestra póliza de seguro de vida. Comer la carne y beber la sangre del hijo de
Dios significa estudiar la Palabra e introducirla en la vida obedeciendo todos
sus preceptos. Los que participan así del Hijo de Dios llegan a ser partícipes
de la naturaleza divina, uno con Cristo. Respiran una atmófera santa, la única
en la cual el alma verdaderamente puede vivir. Tienen en sus vidas la
certidumbre que emana de los principios santos recibidos de la Palabra; obra en
ellos el poder del Espíritu Santo y eso les proporciona la garantía de la
inmortalidad que les pertenecerá por medio de la muerte y resurrección de
Cristo. Si el cuerpo mortal decae, los principios de su fe los sostienen,
porque son partícipes de la naturaleza divina. Debido a que Cristo fue
levantado de los muertos, se aferran a la promesa de su resurrección, y la vida
eterna será su recompensa. ATO 76.4
Esta verdad es una verdad
eterna porque Cristo mismo la enseñó. Se comprometió a resucitar a los justos
muertos porque dio su vida por la vida del mundo. “Como me envió el Padre
viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá
por mí”. Juan 6:57. “Yo soy el pan de vida; el que a mí
viene, nunca tendrá hambre”. Juan 6:35.—Carta 82, del 5 de marzo de 1907, dirigida a
O. A. Olsen, presidente de la Unión Australasiana.* ATO 76.5
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