Una mente renovada, 11 de febrero
No os conforméis a este siglo,
sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que
comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Romanos 12:2. RP 52.1
La parte que al hombre le
compete en su salvación es creer en Jesús como Redentor perfecto, no para otro
sino para sí mismo. Debe confiar, amar y temer al Dios del cielo. Hay cierta
obra que debe realizar. Necesita la liberación del poder del pecado. Debe ser
perfecto para toda buena obra. Su única seguridad de que está edificando su
casa sobre un fundamento sólido, está en cumplir las palabras de Cristo.
Escuchar, hablar y predicar, sin hacer la voluntad del Señor, es como construir
sobre la arena. RP 52.2
Los que practiquen las palabras
de Jesús tendrán un carácter cristiano perfecto debido a que la voluntad del
Señor será la suya. Al contemplar la gloria del Señor, como en un espejo,
Jesús, la esperanza de gloria, se reflejará en el creyente. Si es convertido en
tema de meditación, Cristo llegará a ser el propósito de las conversaciones. El
que lo contemple, deseará reflejar su imagen de gloria en gloria, por el
Espíritu del Señor. El hombre, ser caído, puede ser transformado por efecto de
la renovación de la mente y, de este modo, probar “cuál sea la buena voluntad
de Dios, agradable y perfecta”. Romanos 12:2. ¿Es esto posible? Sí, cuando el
Espíritu Santo toma posesión de la mente, del espíritu, del corazón y del
carácter. ¿Dónde y cómo se lo prueba? “Pues hemos llegado a ser espectáculo al
mundo, a los ángeles y a los hombres”. 1 Corintios 4:9. RP 52.3
Los frutos de la verdadera obra
realizada por el Espíritu Santo son evidentes en el carácter. Así como un buen
árbol da buenos frutos, también el árbol que sea plantado en el huerto del Señor
producirá frutos para vida eterna. Los pecados dominantes son abandonados, los
malos pensamientos no tienen cabida en la mente, y los hábitos pecaminosos son
desalojados del templo interior. Las tendencias orientadas en un rumbo
equivocado son encaminadas en la dirección correcta. Las propensiones y los
malos sentimientos son desarraigadas. Los frutos que produce el árbol cristiano
son un temperamento santo y emociones santificadas, los cuales son el resultado
de una transformación completa. Esta es la obra que debe realizarse.—Pamphlet 28, pp. 8, 9. RP 52.4
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