La cadena de oro de la humanidad de Cristo, 11
de febrero
Porque no tenemos un Pontífice
que no se pueda compadecer de nuestras flaquezas; mas tentado en todo según
nuestra semejanza, pero sin pecado. Hebreos 4:15. NEV 50.1
La manera en que Cristo
obedeció y venció, es la de un verdadero ser humano. Según nuestra conclusión,
cometemos muchos errores debido a nuestro erróneo concepto de la naturaleza
humana de nuestro Señor. Cuando le atribuimos a su naturaleza humana un poder
que no es posible que el hombre despliegue en sus conflictos contra Satanás,
destruimos la plenitud de su humanidad. El concede su gracia imputada y su
poder a todos aquellos que lo reciben por fe. NEV 50.2
La obediencia de Cristo a su
Padre fué la misma obediencia que se requiere del hombre. El hombre no puede
vencer las tentaciones de Satanás sin un poder divino que pueda combinar con
sus potencialidades humanas. Así sucedió con Jesucristo. El podía confiar en el
poder divino. No vino a nuestro mundo a dar la obediencia de un Dios menor a un
Dios mayor, sino como hombre, para obedecer la Santa Ley, y de esta manera él
es nuestro ejemplo. El Señor Jesús vino a nuestro mundo, no a revelar lo que
Dios podía hacer, sino lo que un hombre podía hacer, mediante la fe en el poder
de Dios para ayudar en toda emergencia. El hombre, mediante la fe, ha de ser
participante de la naturaleza divina, y debe vencer toda tentación con que sea
tentado. NEV 50.3
El Señor pide ahora que cada
hija e hijo de Adán, a través de la fe en Jesucristo, le sirva en su naturaleza
humana, que ahora tenemos. El Señor Jesús ha salvado el abismo que el pecado
había abierto. Ha unido la tierra con el cielo, y al hombre finito con el Dios
infinito. Jesús, el Redentor del mundo, podía guardar los mandamientos de Dios,
únicamente de la misma manera en que la humanidad puede observarlos.—Manuscrito 1, 1892, pp. 9, 10. NEV 50.4
No hemos de servir a Dios como
si no fuéramos humanos, sino que debemos servirle con la naturaleza que
tenemos, que ha sido redimida por el Hijo de Dios; a través de la justicia de
Cristo, debemos comparecer delante de Dios perdonados, y como si nunca
hubiéramos pecado.—Manuscrito 1, 1892, pp. 10, 11. NEV 50.5
La humanidad del Hijo de Dios
lo es todo para nosotros. Es la cadena de oro que une nuestras almas a Cristo,
y mediante Cristo a Dios.—The Youth’s Instructor, 13 de octubre de 1898, pp. 806. NEV 50.6
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