El alma recreada a la imagen de Dios, exaltad a
Jesús como el creador, 11 de febrero
El tema central de la Biblia, el tema alrededor del cual se
agrupan todos los demás del Libro, es el plan de la redención, la restauración
de la imagen de Dios en el alma humana. Desde la primera insinuación de
esperanza que se hizo en la sentencia pronunciada en el Edén, hasta la gloriosa
promesa del Apocalipsis: “Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes”
(Apocalipsis 22:4), el propósito de cada libro
y pasaje de la Biblia es el desarrollo de este maravilloso tema: la elevación
del hombre, el poder de Dios, “que nos da la victoria, por medio de nuestro
Señor Jesucristo”. 1 Corintios 15:57. EJ 50.2
El que capta este pensamiento, tiene ante sí un campo infinito de
estudio. Tiene la llave que le abrirá todo el tesoro de la Palabra de Dios... EJ 50.3
En la palabra de Dios está la energía creadora que llamó los
mundos a la existencia. Esta palabra imparte poder; engendra vida. Cada orden
es una promesa; aceptada por la voluntad, recibida en el alma, trae consigo la
vida del Ser infinito. Transforma la naturaleza y vuelve a crear el alma a
imagen de Dios. EJ 50.4
De igual modo se sostiene la vida así impartida. El hombre vivirá
de “toda palabra que sale de la boca de Dios”. Mateo 4:4. EJ 50.5
La mente, el alma, se edifica con aquello de lo cual se alimenta,
y a nosotros nos toca determinar la clase de alimento que recibirá... EJ 50.6
Teniendo la Palabra de Dios en la mano, todo ser humano,
cualquiera sea su suerte en la vida, puede gozar del compañerismo que escoja.
Por medio de sus páginas puede tener comunión con lo mejor y más noble de la
especie humana, y escuchar la voz del Eterno que habla con los hombres. Al
estudiar y meditar en los temas que los ángeles “desean penetrar” (1 Pedro 1:12), puede gozar de su compañía.
Puede seguir las pisadas del Maestro celestial y escuchar sus palabras como
cuando él las enseñaba en la montaña, la llanura, y el mar. EJ 50.7
Puede morar en esta tierra en la atmósfera del cielo, e impartir a
los afligidos y tentados de la tierra pensamientos de esperanza y anhelos de
santidad; puede hacer cada vez más íntimo su compañerismo con el Invisible,
como aquel que antaño anduvo con Dios, acercándose cada vez más al umbral del
mundo eterno, hasta que los portales se abran y pueda entrar. No se sentirá
como un extraño. Lo saludarán las voces de los santos que, invisibles, eran sus
compañeros en la tierra, voces que él aprendió a distinguir y amar aquí. El que
por medio de la Palabra de Dios ha vivido en compañerismo con el cielo, se
sentirá como en su casa en medio de la compañía celestial.—La Educación, 121-123.
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