La ley de Dios protege la felicidad, 11 de
febrero
Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por
la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa
del pecado, condenó al pecado en la carne. Romanos 8:3. SSJ 48.1
La felicidad de los seres humanos siempre debe estar protegida por
la ley de Dios. Sólo en la obediencia pueden encontrar verdadera felicidad. La
ley es el cerco que Dios colocó alrededor de su viña. Por ella, los que la
obedezcan están protegidos del mal. En la transgresión, Adán llegó a ser una
ley para sí mismo. Por la desobediencia fue puesto bajo servidumbre, y de esa
manera entró en los seres humanos un elemento discordante, nacido del egoísmo.
Ya no armonizaba su voluntad con la voluntad de Dios. Adán se había unido con
las fuerzas desleales, y la voluntad propia empezó una campaña contra Dios. SSJ 48.2
Por medio de Cristo se presenta el verdadero ideal. Hizo lo
posible para que la humanidad estuviera una vez más unida con Dios. Vino para
sufrir la sentencia de muerte en lugar del transgresor. Ni un precepto de la
ley podía alterarse para hacer frente a los hombres y a las mujeres en su
condición caída; por lo tanto, Cristo dio su vida en su favor, para sufrir en
su lugar el castigo de la desobediencia. Esta era la única forma en la que la
humanidad podía ser salvada, la única forma en que podía demostrarse que es
posible para la humanidad guardar la ley. Cristo vino a esta tierra y ocupó el
lugar que ocupó Adán, venció donde Adán falló en vencer. Nos ha sido hecho
sabiduría y justificación y santificación y redención... SSJ 48.3
Antes de la fundación del mundo, Cristo empeñó su palabra en que
daría su vida como un rescate si los hombres y las mujeres se apartaban de su
lealtad a Dios. Reveló su amor humillándose a sí mismo, descendiendo del cielo
para trabajar entre los caídos, indisciplinados y rebeldes seres humanos. Por
ellos mismos no tendrían posibilidades de hacer frente al enemigo. Cristo se
ofrece a sí mismo con todo lo que tiene, su gloria, su carácter, al servicio de
los que vuelvan a su lealtad y guarden la ley de Dios. Esta es su única
esperanza. Cristo dice categóricamente: no vine a destruir la ley. La ley es un
trasunto del carácter de Dios, y vine para cumplir sus mismas especificaciones.
Vine a vindicarla viviéndola en la naturaleza humana, dando un ejemplo de obediencia
perfecta.—The Signs of the
Times, 13 de junio de 1900.
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