Transformación de los gustos, 14 de febrero
En cuanto a la pasada manera de vivir,
despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos. Efesios 4:22. RP 55.1
Juan dijo: “La luz—Cristo—en las tinieblas resplandece, y las
tinieblas no prevalecieron contra ella... Mas a todos los que lo recibieron, a
los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los
cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de
varón, sino de Dios”. Juan 1:5, 12, 13. La razón por la cual el
mundo incrédulo no será salvo está en que no desea ser iluminado. La antigua
naturaleza nacida de sangre y de los deseos de la carne, no puede heredar el
reino de Dios. La desusada manera de ser, las tendencias heredadas y los
hábitos cultivados deben abandonarse, de lo contrario, no seremos objetos de la
gracia. El nuevo nacimiento consiste en tener nuevos motivos, otros gustos y
tendencias diferentes. RP
55.2
Mediante el Espíritu Santo, todos los que sean engendrados para
una nueva vida llegarán a ser participantes de la naturaleza divina, y
manifestarán su relación con Cristo en todos sus hábitos y prácticas. El que
pretende ser cristiano y mantiene sus propensiones y defectos de carácter, ¿en
qué se diferencia de los mundanos? Si no aprecia la verdad que refina y
santifica, no ha nacido de nuevo... RP
55.3
Nadie imagine que su manera de ser no necesita un cambio. Los que
piensan de este modo, no están en condiciones de incorporarse a la obra de
Dios, porque no sienten la necesidad de procurar constantemente alcanzar normas
más elevadas y realizar continuos avances. Nadie puede estar seguro, a menos
que desconfíe de sí mismo y fije continuamente su atención en la palabra de
Dios, estudiándola con un corazón dispuesto a descubrir sus propios errores, y
captar cual es la voluntad de Cristo para que ella sea hecha en sí mismo, y por
su intermedio, también en otros. Con sus hechos muestran que no confían en sí
mismos, sino en Jesús. Sostienen y honran la verdad como sagrado tesoro capaz
de santificar y refinar. Se preocupan constantemente de que sus palabras y hechos
estén en armonía con esos principios. Su único temor y temblor es que algún
resto del yo sea idolatrado y, de este modo, sus defectos sean imitados por
otros que confían en ellos. Siempre están buscando subyugar al yo, y alejarse
de todo lo que tenga vestigios de egoísmo que pueda desplazar la humildad y
mansedumbre de Jesús. Miran a Cristo con el propósito de crecer en él,
intentando captar su gracia y luz con el propósito de trasmitirla a otros.—The Review and Herald,
12 de abril de 1892. RP 55.4
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