La verdad debe ser practicada en la vida, 14 de
febrero
Los que están esperando la revelación de Cristo en las nubes del
cielo con poder y gran gloria, como Rey de reyes y Señor de señores, buscarán
representarlo ante el mundo en su vida y carácter. “Y todo aquel que tiene esta
esperanza en él, se purifica a sí mismo así como él es puro”. 1 Juan 3:3. Odiarán el pecado y la iniquidad,
así como Cristo odió al pecado. Guardarán los mandamientos de Dios, como Cristo
guardó los mandamientos de su Padre. Serán conscientes de que no es suficiente
estar de acuerdo con las doctrinas de verdad, sino que la verdad debe ser
aplicada al corazón, practicada en la vida, a fin de que los seguidores de
Cristo puedan ser uno con El, y que los hombres puedan ser tan puros en su
esfera como Dios lo es en la suya. Ha habido hombres en toda generación que han
declarado ser hijos de Dios, que pagaban el diezmo de la menta y el eneldo y el
comino, y sin embargo llevaban una vida impía, porque descuidaban los asuntos
más importantes de la ley: la misericordia, la justicia y el amor de Dios... RJ
51.2
Los hijos de Dios no serán como los del mundo; porque la verdad
recibida en el corazón será el medio de purificar el alma, de transformar el
carácter, y de hacer que su receptor sea de una mente semejante a la de Dios. A
menos que un hombre llegue a tener una mente semejante a la de Dios, todavía
está en su natural depravación. Si Cristo está en el corazón, aparecerá en el
hogar, en el taller, en el mercado, en la iglesia. El poder de la verdad será
percibido porque elevará y ennoblecerá la mente y suavizará y subyugará el
corazón, llevando a todo el ser humano a la armonía con Dios. El que es
transformado por la verdad derramará una luz sobre el mundo. El que tiene la
esperanza de Cristo se purifica a sí mismo, así como El es puro. La esperanza
de la venida de Cristo es una gran esperanza, una esperanza con consecuencias
de gran alcance. Es la esperanza de ver el Rey en su hermosura, y de ser hecho
semejante a El. RJ
51.3
El que habita en Cristo es perfeccionado en el amor de Dios, y sus
propósitos, pensamientos, palabras y acciones están en armonía con la voluntad
de Dios expresada en los mandamientos de su ley. No hay nada en el corazón del
hombre que habita en Cristo que esté en conflicto con algún precepto de la ley
de Dios. Donde el Espíritu de Cristo está en el corazón, se revelará el
carácter de Cristo, y allí se manifestará cortesía ante la provocación y
paciencia ante la prueba. “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es
justo, como él es justo”. La justicia puede ser definida sólo por la gran norma
moral de Dios, los Diez Mandamientos. No hay otra regla por la cual se pueda
medir el carácter.—The Signs of the
Times, 20 de junio de 1895. RJ 51.4
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