Perfectos con la perfección de Cristo, 14 de
febrero
Al
que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos
hechos justicia de Dios en él. 2 Corintios 5:21. NEV 53.1
El
perdón y la justificación, son una y la misma cosa. Mediante la fe, el creyente
pasa de la posición de rebelde, de hijo del pecado y de Satanás, a la condición
de súbdito leal de Cristo Jesús, no porque tenga una bondad inherente, sino
porque Cristo lo recibe como su hijo, mediante la adopción. El pecador recibe
el perdón de sus pecados, porque esos pecados son llevados por su sustituto y
garantía. El Señor habla a su Padre celestial, y dice: “Este es mi hijo. Lo
libro de la condenación de la muerte, entregándole la póliza de seguro de mi
vida—vida eterna—porque yo he tomado su lugar y he sufrido por sus pecados. El
es mi hijo amado”. Así el hombre, perdonado y vestido con las hermosas
vestiduras de la justicia de Cristo, se presenta perfecto delante de Dios. ... NEV 53.2
Es
prerrogativa del Padre perdonar nuestras transgresiones y pecados, porque
Cristo ha tomado sobre sí mismo nuestras faltas y nos ha libertado,
imputándonos su justicia. Su sacrificio satisface plenamente las exigencias de
la justicia.—Manuscrito 21, 1891. NEV 53.3
Muchos
sienten que sus faltas de carácter les hacen imposible cumplir las normas que
Cristo les ha fijado. Pero todo lo que éstos tienen que hacer, es humillarse a
cada paso bajo la poderosa mano de Dios; Cristo no estima al hombre por la
cantidad de trabajo que hace, sino por el espíritu con el cual hace ese trabajo. NEV 53.4
Cuando
ve a los hombres levantando las cargas, tratando de llevarlas con humildad de
mente, desconfiando del yo y confiando en él, añade a su obra su perfección y
suficiencia, y es aceptado por el Padre. Somos aceptados por el Hijo amado. Los
defectos del pecador son cubiertos por la perfección y la plenitud del Señor,
justicia nuestra. Los que son sinceros, y tienen corazón contrito, realizan
esfuerzos humildes para vivir según los requerimientos de Dios, y ellos son
considerados por el Padre con amor tierno y misericordioso; a los tales los
considera hijos obedientes, y les imputa la justicia de Cristo.—Carta 4, 1889.
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